Archivo de la categoría: Europa

George Perec – La vida empieza cuando lo dejas

Leí 35 páginas de La vida: instrucciones de uso y no voy a seguir. Es más, no voy a volver a leerlo nunca más («Nunca digas nunca jamás», dicen). Pues sí, nunca jamás.

Ni siquiera para suicidarme.

Por suerte no me lo había comprado, aunque una vez estuve a punto.

Y a esta entrada no le pongo citas porque no me ha interesado ninguna. Tampoco etiquetas, que no me importa que nadie llegue a ella.

Milan Kundera – Hacer ligero lo pesado

La cirugía lleva el imperativo básico de la profesión médica hasta niveles extremos, en los que lo humano entra en contacto con lo divino. Si le pega usted con fuerza un porrazo a alguien, el sujeto en cuestión cae y deja definitivamente de respirar. Pero de todas formas alguna vez iba a dejar de respirar. Un asesinato así solo se adelanta un poco a lo que Dios se hubiese encargado de hacer algo más tarde. Se puede suponer que Dios contaba con el asesinato, pero no contaba con la cirugía. No sospechaba que alguien iba a atreverse a meter la mano dentro del mecanismo que él había inventado, meticulosamente cubierto de piel, sellado y cerrado a los ojos del hombre. Cuando Tomás posó por primera vez el bisturí sobre la piel de un hombre previamente anestiesiado y luego atravesó esa piel con un gesto decidido y la cortó con un tajo recto y preciso (como si fuese un trozo de materia inerte, un abrigo, una falda, una cortina), tuvo una breve pero intensa sensación de sacrilegio.

La insoportable levedad del ser
Milan Kundera

Fréderic Beigbeder – La dedicatoria

El libro Socorro, perdón, de Fréderic Beigbeder tiene la siguiente dedicatoria:

¡A mí!

Así, literal. Con exclamaciones.

Supongo que no se refería a mí.

Franz Kafka – Una interpretación anticapitalista

En diciembre de 2011 fui a Praga. Tuve suerte porque el invierno no había llegado todavía, y por tanto pude pasear sin dejarme los huesos. El motivo de mi viaje no tenía que ver con Frank Kafka, pero sí con la literatura. Quería ver los lugares donde unos resistentes habían conseguido matar al nazi Heydrich, tras leer el libro HHhH de Laurent Binet. Pero esa es otra historia.

Casa donde Kafka escribió Un médico rural

Aprovechando que andaba por allí, me paseé por el recuerdo de Kafka. Por si se me pegaba algo, vamos. Y hubo suerte. Al llegar al Pasaje Dorado vi que, en la casita donde el escritor había pasado muchas horas de trabajo, había una librería. Uno no es fetichista per sé, pero había que hacer algo y compré Un médico rural – Pequeños relatos. La elección del título fue casual (bueno, no del todo: los demás ya los tenía), y resultó que las letras de ese libro eran las únicas que Kafka escribió en aquel cuco nº 22.

Para los que no hayan leído Un médico rural, dejo el enlace a la biblioteca Ciudad Seva donde podréis encontrarlo. Aquí.

Lo que sigue a continuación es una interpretación mía, ayudado por un litro de cerveza tostada de U Medviku. Pero me cuadra. Eso sí, no dejéis de leerlo si no queréis que os lo destripe a spoilers.

Una interpretación anticapitalista de «Un médico rural»

Punto de partida: un médico rural recibe una llamada urgente. Ha caído una tormenta de nieve y la casa a la que debe llegar está a diez millas. Además, su caballo murió ayer. Pide ayuda entre sus vecinos, pero nadie puede hacer nada por él.

Aparece el capital: en su cochera, un desconocido con ojos azules le presenta dos buenos corceles. Problema solucionado.

El capital no trabaja, pero siempre gana: la criada, preciosa, aparece por la cochera para ayudar al médico a ensillarlos. El capital se lanza sobre la criada y le muerde en una mejilla. El médico le pide que le acompañe, pero el capital no está por la labor. Azuza a los caballos y el médico sale disparado mientras ve cómo la joven huye perseguida por el benefactor.

Fotograma de la película japonesa Inaka Isha, basada en el relato de Kafka.Al principio todo son facilidades: el viaje, que se preveía largo y difícil, se hace en un santiamén. El padre del paciente está preocupado, pero cuando llega, el médico comprueba que está sano.

Primer desajuste: el paciente le pide que le deje morir. Pero él es médico, ¿cómo iba a hacer eso? El padre le ofrece una copa de ron que él rechaza.

Segundo desajuste: el paciente tiene una herida profunda en el costado. Podría morir. Entonces, el paciente le suplica: ¿Me salvarás? Ante el desaguisado, el médico piensa en su criada.

La imposibilidad de entender el mundo laboral: en plena desolación, los dos caballos meten la cabeza por la ventana, como recordándole que tiene una deuda contraída.

Las represalias por no hacer bien un trabajo: de repente, aparece todo el pueblo en la casa. Lo observan y le exigen que lo cure, y para que no escape atan al médico a la cama del paciente. Los niños del coro cantan:

Desvestidlo para que cure
y si no cura matadlo.
No es más que un médico,
no es más que un médico.

El paciente, entonces, le echa en cara que no solo no le va a curar, sino que encima le está quitando un trozo de su lecho de muerte. El médico le dice:

-Tampoco es fácil para mí.
-Es una excusa muy fácil para que baste -replica el moribundo.

Recuperar lo perdido es imposible: consigue escapar y, desnudo, el médico se monta en el carruaje. Por suerte los caballos son buenos y harán el viaje muy rápido. Pero ahora no es así. Los caballos van muy despacio, y se queda atrapado en medio de un desierto de nieve. El médico no para de pensar en su criada.

Fin.

Librito comprado en la casita donde lo escribió.

No pienso hacer ninguna conclusión. Por lo menos ninguna más. Que ya hay unas cuantas. Pero esto era una interpretación mía, ¿no? Pues eso.

Un par de cosas.

Por un lado, buscando imágenes para esta entrada -la primera es una foto mía, pero la segunda no-, me encontré un blog que hablaba sobre Inaka Isha, una película japonesa de 20 minutos que está basada en el relato de Kafka. La tendré que buscar.

Y por otro, una llamada al blog de El economista humilde, lleno de buenas ideas. Este tío un día escribió sobre un sueño que tuvo -o no, me da igual- y que me recuerda mucho a las historias absurdas de Kafka. Si empezamos a leer el post por el segundo párrafo, a partir de «Al girar la esquina me di cuenta…», nos queda un relato más bien apañado de un aprendiz de Kafka del siglo XXI.

Philippe Claudel – La espera

 Amor mío:
Tus cartas se vuelven finas como papel de fumar, de tanto desplegarlas y plegarlas, leerlas y releerlas, llorar sobre ellas… Sufro, ¿sabes? El tiempo me parece un monstruo nacido para alejar a los que se aman y hacerles sufrir lo infinito. ¡Qué suerte tienen esas mujeres con las que me cruzo a diario, que no pasan más que unas horas separadas de sus maridos, y los niños de la escuela, que tienen a sus padres siempre cerca!

Almas Grises
Philippe Claudel

No se me ocurre manera más dulce de expresar la espera que el inicio de esta carta. «Sufro, ¿sabes?», escribe la profesora, espontánea, y yo me enamoro de ella. Muchas historias se desarrollan en el pueblecito francés que sirve de escenario a esta contundente novela. Un policía que va a ser padre, un fiscal atormentado, un alcalde, un juez enamoradizo y despótico… Infinidad de Almas grises que asoman su lado más oscuro mientras tratan de mantenerse al margen de la guerra que se desarrolla al otro lado de la colina.

La Primera Guerra Mundial, en ese otro lado, se lleva las vidas y las ilusiones de desconocidos a los que se espera. En ocasiones, cartas como la que se relata no llegan a su destino, y su intensidad se pierde en segundos. Como se apagan los fuegos artificiales de una feria de verano, allí en el negro de la noche. Para evitar el olvido, se agradece que alguien como Philippe Claudel escriba una novela tan delicada, desgarradora y humana como esta. Para que el recuerdo de estas chispeantes historias no se extinga en un instante, para que una carta como esta haga perdurar en el tiempo la memoria de todas ellas.

Frédéric Beigbeder – El de las frases célebres

Me llamo Octave y llevo ropa de APC. Soy publicista: eso es, contamino el universo. Soy el tío que os vende mierda. Que os hace soñar con esas cosas que nunca tendréis. Cielo eternamente azul, tías que nunca son feas, una felicidad perfecta, retocada con el Photoshop. Imágenes relamidas, músicas pegadizas. Cuando, a fuerza de ahorrar, logréis comprar el coche de vuestros sueños, el que lancé en mi última campaña, yo ya habré conseguido que esté pasado de moda. Os llevo tres temporadas de ventaja, y siempre me las apaño para que os sintáis frustrados. El Glamour es el país al que nunca se consigue llegar. Os drogo con novedad, y la ventaja de lo nuevo es que nunca lo es durante mucho tiempo. Siempre hay una nueva novedad para lograr que la anterior envejezca. Hacer que se os caiga la baba, ése es mi sacerdocio. En mi profesión nadie desea vuestra felicidad, porque la gente feliz no consume.

13,99 euros
Frédéric  Beigbeder

Me encanta la última idea de este párrafo: la gente feliz no consume. La verdad es que el libro es potente en cuanto a aforismos. Fijaos en este otro: La diferencia entre ricos y pobres es que los pobres venden droga para comprarse unas Nike, y los ricos venden sus Nike para comprar droga.

Os dejo un link a otras frases de Frédéric Beigbeder. La verdad es que son contundentes y parecen sabias. ¿Estaremos asistiendo al nacimiento del Tagore anticapitalista?

Aldous Huxley – Error por defecto

Desde luego, no hay razón alguna para que el nuevo totalitarismo se parezca al antiguo. El gobierno, por medio de porras y piquetes de ejecución, hambre artificialmente provocada, encarcelamientos en masa y deportación también en masa no es solamente inhumano (a nadie, hoy día, le importa demasiado este hecho); se ha comprobado que es ineficaz, y en una época de tecnología avanzada la ineficacia es un pecado contra el Espíritu Santo. Un estado totalitario realmente eficaz sería aquel en el cual los jefes políticos todopoderosos y su ejército de colaboradores pudieran gobernar una población de esclavos sobre los cuales no fuese necesario ejercer coerción alguna por cuanto amarían su servidumbre. Inducirles a amarla es la tarea asignada, en los actuales estados totalitarios, a los ministerios de propaganda, los directores de periódicos y los maestros de escuela.

Un mundo feliz (nuevo prólogo, de 1946)
Aldous Huxley

Aldous Huxley escribió Un mundo feliz en 1931, pero añadió un nuevo prólogo a la edición de 1946. He de confesar que no me causó ninguna impresión al leer la novela. Quiero decir que no tengo ningún recuerdo de dicho prólogo. Ahora lo he descubierto en otro libro mucho más actual: 13,99 euros, de Frédéric Beigbeder (Me llamo Octave y llevo ropa de APC. Soy publicista: eso es, contamino el universo.); del que hablaré otro día.

El nuevo totalitarismo, en efecto, no se parece al antiguo. Como dijo Huxley, ahora los esclavos aman su servidumbre. Los medios de comunicación oficiales inundan el mundo de verdades que son tratadas como dogma de fe y, mientras tanto, los esclavos rezamos sus oraciones: roguemos por la propiedad privada, la salud de los mercados y nuestro nuevo smartphone. Amén.

El nuevo totalitarismo somos nosotros.

Pero Huxley quizás pensó que un totalitarismo sustituiría al anterior. Y no es así: el nuevo ha venido para sumar.

Creyó que no se usarían ya porras ni piquetes, pero no hay más que ver la represión con que se trata a los movimientos de nueva generación (Occupy Wall Street, 15-M u otros) en cuanto pasan de las asambleas a la acción (que, por cierto, no suele ser violenta). También pensó que se acabaría el hambre artificialmente provocada, y ahora millones de personas mueren de inanición, muchas en el cuerno de África, como consecuencia del aumento del precio de los alimentos básicos (incremento provocado por movimientos especulativos). E incluso pensó que los nuevos totalitarismos no encarcelarían ni deportarían en masa. No previó Guantánamo. Ni siquiera, mucho más cerca de nosotros, los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIEs); esos lugares oficiales, aprobados por la democrática Unión Europea, donde se retiene e incomunica a personas durante 60 días (sí, dos meses), sin juicio ni asistencia legal.

Dijo Huxley que todas estas aberraciones eran ineficaces. Pero no se dio cuenta que su ineficacia viene asociada a su conocimiento. Si no sabemos de ello, si no aparece en los medios, no existe. Por tanto, vía libre.

Más vale que yo, por fin, he conseguido un smartphone.

Edgar Hilsenrath – Fuck you all

Por las noches soñaba con Mary Stone. Escuchaba sus palabras: «¡Quien cree en sí mismo tiene el mundo a sus pies!». -«Quien irradia amor es hermoso». -«El que ama no necesita mirarse al espejo para contarse las arrugas». -«Escoja al compañero adecuado, y no tendrá problemas de pareja». -«Deje pasar una o dos noches antes de tomar una decisión importante». -«Si le cuesta comunicarse, no le eche la culpa a los demás». -«Vista siempre bien». -«Intente comer sano». -«Evite todo tipo de estrés». -«Tenga en cuenta que la vida es corta». -«Si su coche le irrita, cámbielo, y si no le gusta su trabajo, búsquese otro». -«Al menos una vez al día, intente reírse con todas sus fuerzas». -«Vigile las buenas digestiones». -«Procure no fumar demasiado». -«Respire profundamente varias veces al día, incluso si está puesto el aparato de aire acondicionado». -«Cuando su estómago esté alterado, tranquilícelo con el método Mary Stone». -«Piense en algo bonito. Así no tendrá que tomar Alka-Seltzer». -«No titubee con su destino. Muéstrese alegre y sin miedo. Si alguna vez no le funciona, entonces piense en todas las pobres personas que no tienen la suerte de vivir -como usted- en este hermoso país. Dios quiere a América, porque América es su campo de labranza, un campo sagrado que recompensa a los hombre y mujeres de éxito con todo su amor. Si fracasa, no culpe a la tierra de Dios, sino a usted mismo. Pregúntese. ¿Qué me ocurre? ¿Dónde está la confianza en mí mismo? Aquí todos tenemos una oportunidad. Busque la llave del éxito en usted mismo. No se desanime. Pues está escrito: ¡Quien busca, encuentra!».

Fuck America
Edgar Hilsenrath

Me ha gustado Fuck America. La verdad es que era de esperar, pues venía avalado por mi librero, que rara vez falla. Pero aún y todo me he sorprendido. Intentaré explicar por qué.

Ya de entrada el título es, cuanto menos, impactante: Fuck America. Y además viene acompañado de una llamativa portada, con la chica-cíclope de piernas largas que levanta el dedo corazón enfundada en un vestido estampado de barras y estrellas. Una macarrada, vamos. El complemento perfecto para ese chico cultivado, rompedor y sin complejos que pretendo que vea el mundo en mí.

Así que me dispongo a cultivarme, y como lo primero es lo primero, me paseo por los lugares más concurridos de la ciudad. Trato de encontrarme con cuantos más conocidos, mejor, y enseño de forma casual la portada para que vean cómo molo. Tras una tarde de exhibicionismo puedo dar por cumplida la misión.

Una vez que he recibido toda la grandeza social esperable me aventuro a abrir sus páginas por si lo de dentro también merece la pena. Leo la biografía del autor: el señor Edgar Hilsenrath es un judío que sobrevivió al holocausto. Chachi.

Después leo la sinopsis, con el erudito fin de plantear un adecuado pacto de lectura. Dudo si pegarme un tiro.

¡El libro trata sobre un escritor judío que sobrevive al holocausto! ¡Qué original! ¡Mi librero me ha colado a otro tío cabrón amargado y lleno de odio que escribe OTRO libro sobre el tema más paginado de la humanidad!

Como no tengo nada más a mano, y me aburren los autobuses, empiezo a leerlo desde la última fila de asientos.

Al llegar a la parada, sigo leyendo mientras camino por la calle. Me la pego con dos farolas y con una señora que pasea a su perro. No saludo a mi vecina, la guapa. Rechazo un polvo con mi novia. Al día siguiente no quedan letras que meterse entre pecho y espalda y tengo sueño, pero estoy contento.

Como no he contado nada sobre el libro, sólo que me ha gustado, diré que Fuck America, pese a su título, es un libro muy positivo y buenrollista que anima a cualquiera a creer en la bondad del mundo. No hay más que ver el extracto que pongo arriba. ¿Que no os lo creéis?, aquí os dejo otro fragmento.

-¿Qué ocurre con los transportes?
-No mucho. La gente monta en el tren y toma una dirección.
– ¿Qué dirección?
-¡Aquélla! -me indicó.
-¿Todos en la misma dirección?
-Todos en la misma dirección.

Me dije: si todos van en la misma dirección, entonces todos llevan al mismo destino. Así que sólo tienes que esperar al próximo transporte de judíos. Te subes al tren con ellos y vas en busca de tu madre. En la misma dirección. La encontrarás así de fácil.
Y así fue: cuando llegó el siguiente convoy de judíos, me subí en el tren con ellos. Atrancaron las puertas y nos pusimos en marcha. Viajamos un día y una noche. Después llegamos al destino.

Las puertas se abrieron de par en par. Los soldados nos sacaron del vagón a golpe de látigo. Quería preguntarle a uno de ellos si había visto a mi madre, una mujer en una silla de ruedas, pero no tuve oportunidad. nos acosaban con perros que ladraban mientras atravesábamos la puerta del campo.
Como aparentaba ser más joven de lo que era, es decir, menos de catorce años, enseguida me destinaron a las cámaras de gas. Me obligaron a desnudarme y a ponerme en una larga fila frente a la cámara.

Nos apretaron en la cámara de gas. Cuando la puerta de la cámara de gas se cerró, le pregunté a un hombre que estaba detrás de mí: ¿ha visto usted por casualidad a mi madre, una mujer en una silla de ruedas?

Repetí mi pregunta. Pero en ese momento comenzó a faltarme el aire, empezamos a toser y nunca obtuve una respuesta.

Post data: recupero esta entrada sobre un libro que se publicó en España en 2010, gracias a Errata Naturae -aunque en Estados Unidos lo habían conocido desde 1980- por una razón concreta. El pasado martes, 15 de marzo, pasaron por el foro de Auzolan los editores de Errata Naturae (Rubén Hernández) y de Alpha Decay (Ana S. Pareja). El primero de ellos habló sobre todo de Fuck America. La otra chica, sobre todo, de Las teorías salvajes, libro que apareció aquí comentado el pasado lunes. Prometo, por cierto, contar algo sobre aquella charla, que fue muy interesante

Oscar Wilde – Manual del hedonista

Es mejor no distinguirse del prójimo. Los feos y los estúpidos tienen el mejor asiento en este mundo, pueden acomodarse como les viene en gana y contemplar el espectáculo. Si bien no saben nada de victorias, se les ahorra al menos conocer el sabor de la derrota. Viven como todos nosotros deberíamos vivir, tranquilos, indiferentes, y sin inquietud. Ni acarrean el desastre a otros, ni lo reciben de manos ajenas.

El retrato de Dorian Gray (S. XIX)
Oscar Wilde

Concluyo la semana dedicada a Oscar Wilde con una de las novelas que más me impactó en mi época juvenil: El retrato de Dorian Gray.

¿Cómo definir a Oscar Wilde? Desde luego, algo nuevo no creo que se me vaya a ocurrir, pues ya está agotado el diccionario de adjetivos. Bon vivant, conservador, con una acusada e inmovilista conciencia de clase… Oscar Wilde es el típico señor altivo que sólo puede sentir lástima o desprecio por los simples mortales, esos sucios delincuentes destinados a torturas tan crueles como trabajar para ganarse el pan, que no tienen acceso ni capacidad de comprender el arte y que sólo experimentan las más elementales pasiones animales sin mostrar interés alguno por la belleza, la educación o la cortesía. De una persona como Wilde sólo se podía esperar algo insoportable o revolucionario. En el caso de El retrato de Dorian Gray consiguió ambos. Siempre, eso sí, que los lectores seamos capaces de dejar en tierra nuestro neopreno* progresista, moderno y políticamente correcto para considerar posibles y válidas otras formas éticas que nos chirrían.

¡Qué pena! Envejeceré, y me volveré horrible y espantoso. Pero este cuadro seguirá siendo siempre joven. Nunca traspasará la fecha de este día de junio… ¡Si fuera al revés! ¡Si fuera yo el que permaneciese siempre joven mientras el cuadro fuera envejeciendo! ¡Por eso sería capaz de darlo todo! ¡Sí, no hay nada en el mundo que no me atreviese a dar! ¡Daría mi alma por ello!

Tal es su suerte que sus deseos se cumplen. Y entonces comienza la novela.El retrato de Dorian Gray se ha convertido en una de las referencias literarias que más veces se enciende en mi cabeza cuando leo o veo situaciones de lo más variopinto. Cuando me sorprendo por ciertas maneras de vivir egoístas hasta el absurdo, cuando en ocasiones se plantea la legitimidad de una vida sin esfuerzo y dedicada al placer más inmediato, cuando eludimos nuestra responsabilidad individual en los desequilibros que hay actualmente en el mundo; vuelven Wilde y su universo snob para desmontar todas las excusas que me permiten seguir siendo feliz, para hacerme ver que yo también vivo en una torre de marfil.

Y es que creo que la ética de los personajes de El retrato de Dorian Gray es absolutamente despreciable, pero no está de más que miremos hacia nosotros mismos para encontrarnos practicando sus máximas sin el menor rubor y justificando comportamientos que, vistos en los demás o en otra época histórica, consideramos absolutamente pueriles.

* Neopreno: una de las más interesantes metáforas literarias de las que he oído hablar últimamente. Lo comenté en el anterior blog, y pienso traerlo de visita a este. Prometido.

Oscar Wilde – El tope del narcisismo, y más allá

Cuando murió Narciso las flores de los campos quedaron desoladas y solicitaron al río gotas de agua para llorarlo.

-¡Oh! -les respondió el río- aun cuando todas mis gotas de agua se convirtieran en lágrimas, no tendría suficientes para llorar yo mismo a Narciso: yo lo amaba.

-¡Oh! -prosiguieron las flores de los campos- ¿cómo no ibas a amar a Narciso? Era hermoso.

-¿Era hermoso? -preguntó el río.

-¿Y quién mejor que tú para saberlo? -dijeron las flores-. Todos los días se inclinaba sobre tu ribazo, contemplaba en tus aguas su belleza…

-Si yo lo amaba -respondió el río- es porque, cuando se inclinaba sobre mí, veía yo en sus ojos el reflejo de mis aguas.

El reflejo (S. XIX)
Oscar Wilde

 

Para cumplir la promesa del lunes, aquí va otro micro del irlandés. Como son relatos tan viejos, todo está explicado. Así que ahí los dejo para vosotros.

Otro día recuperaré El retrato de Dorian Grey, el libro con más conciencia de clase que he leído. Hoy no, que es casi viernes y tenemos sol.