Leí 35 páginas de La vida: instrucciones de uso y no voy a seguir. Es más, no voy a volver a leerlo nunca más («Nunca digas nunca jamás», dicen). Pues sí, nunca jamás.
Ni siquiera para suicidarme.
Por suerte no me lo había comprado, aunque una vez estuve a punto.
Y a esta entrada no le pongo citas porque no me ha interesado ninguna. Tampoco etiquetas, que no me importa que nadie llegue a ella.