Archivo mensual: noviembre 2009

Céline – Viaje al fin de la noche (V)

«Como sorpresa, fue morrocotuda. Era tan extraordinario lo que de pronto descubrimos a través de la bruma, que nos negamos a creerlo y luego, sin embargo, cuando nos encaramos con la realidad, por muy galeotes que fuésemos, nos echamos a reír al ver lo que se alzaba ante nosotros…

Imagínate que estaba en pie la ciudad, absolutamente erecta. Nueva York es una ciudad erecta. Habíamos visto muchas ciudades, nosotros, y muy hermosas, y puertos incluso muy renombrados. Pero en Francia, la verdad, las ciudades están echadas a la orilla del mar o a lo largo de los ríos, se estiran sobre el paisaje, esperan al viajero, mientras que aquella, la americana, no se desmayaba, no, se mantenía muy tiesa, que si quieres, nada amorosa, tiesa como para darte miedo.»

Viaje al fin de la noche (1932)
Louis Ferdinand Céline

Hace ya más de un año que volví de Nueva York.

Fue uno de mis momentos vitales. Supongo que todo el mundo tiene de esos, pequeños o grandes surcos en la memoria donde todo lo demás se agolpa revuelto a su alrededor. Pues los míos coinciden siempre con los viajes.

De pequeño yo tenía un poster del skyline de Nueva York en la habitación. Fue el primer elemento decorativo que elegí en mi vida. También leía libros, muchos y de forma bastante errática, casi con afán de acumulación; pero lo que con más atención hacía era mirar mapas. Tanto que en el plano teórico puedo asegurar que me sé el mundo de memoria. Friki que he salido.

Fui en autobús a Amsterdam -sí, autobús Pamplona-Amsterdam, ¿a que duele?- con sólo 16 años. A las horas, en un momento dado, me di cuenta de que cada kilómetro que avanzaba por la carretera suponía un kilómetro más lejos de casa de lo que nunca antes había estado. Era como si estuviera estirando una goma para darle holgura: mi radio de acción sobre el centro pamplonés se ampliaba. Y yo, sorprendentemente, me sentía más fuerte.

Luego vi Europa. Y luego crucé el océano. Y cada vez me sentía más fuerte. Viajes y viajes que son como postes en mi memoria, esos agarraderos mediante los cuales organizo mi mundo. Pero se me resistía Nueva York.

Por fin, el año pasado, me lié la manta a la cabeza, cogí un avión, una cama en un hostel en Harlem, y salté al vacío. Así conocí Nueva York y sobreviví a ella.

Poco después comencé a escribir un blog que acaba de cumplir un año.

Pronto, espero, podré enseñar el diario que escribí desde la capital del mundo.

 

Parte I – Sobre la guerra
Parte II – Sobre los jefes
Parte III – Sobre la corrección política
Parte IV – Sobre la botánica
Parte V – Sobre Nueva York

Cortázar en alto

Ayer hubo lectura pública de cuatro cuentos de Julio Cortázar.

Dos actores argentinos prestaron la voz a los relatos, por aquello de entonar como lo habría hecho el propio autor; y tuvieron la delicadeza de leer despacito, como se debe escuchar.

La verdad es que no soy muy fan de estos actos que tienen más de ritual que de literatura, esos en que la gente pone cara de iluminación y hace como que se eleva a las alturas; pero he de reconocer que ayer se creó un ambiente muy majo. Quizás es porque somos muchos los que acudimos a todos estos eventos y nos hemos terminado por conocer, o también en parte por la calidad humana de los organizadores -la librería Auzolán-, o por la capacidad de convocatoria de un Roberto Valencia que se ha convertido en referencia de la vida cultural de Pamplona. Seguramente fueron todas estas causas las que concurrieron para pasar un rato tan agradable.


Hay que agradecer la iniciativa al Foro de Auzolán (punto de irradiación cultural). Pongo el subtítulo -punto de irradiación cultural- porque me encanta.

Os dejo el link a uno de los relatos que se leyeron ayer, pero tenéis que seguir estas instrucciones:

  1. – Leerlo en voz alta
  2. – Despacito, pararse en cada punto y coma
  3. – Imitar el acento argentino (para los que les salga mal, que lo hagan cuando nadie les oiga)

Dentro de dos martes, Roberto Valencia ofrece una charla sobre los libros de su tocayo Bolaño. Intentaré terminar 2666 para entonces e ir con algo de trabajo previo hecho.