Es mejor no distinguirse del prójimo. Los feos y los estúpidos tienen el mejor asiento en este mundo, pueden acomodarse como les viene en gana y contemplar el espectáculo. Si bien no saben nada de victorias, se les ahorra al menos conocer el sabor de la derrota. Viven como todos nosotros deberíamos vivir, tranquilos, indiferentes, y sin inquietud. Ni acarrean el desastre a otros, ni lo reciben de manos ajenas.
Oscar Wilde
Concluyo la semana dedicada a Oscar Wilde con una de las novelas que más me impactó en mi época juvenil: El retrato de Dorian Gray.
¿Cómo definir a Oscar Wilde? Desde luego, algo nuevo no creo que se me vaya a ocurrir, pues ya está agotado el diccionario de adjetivos. Bon vivant, conservador, con una acusada e inmovilista conciencia de clase… Oscar Wilde es el típico señor altivo que sólo puede sentir lástima o desprecio por los simples mortales, esos sucios delincuentes destinados a torturas tan crueles como trabajar para ganarse el pan, que no tienen acceso ni capacidad de comprender el arte y que sólo experimentan las más elementales pasiones animales sin mostrar interés alguno por la belleza, la educación o la cortesía. De una persona como Wilde sólo se podía esperar algo insoportable o revolucionario. En el caso de El retrato de Dorian Gray consiguió ambos. Siempre, eso sí, que los lectores seamos capaces de dejar en tierra nuestro neopreno* progresista, moderno y políticamente correcto para considerar posibles y válidas otras formas éticas que nos chirrían.
¡Qué pena! Envejeceré, y me volveré horrible y espantoso. Pero este cuadro seguirá siendo siempre joven. Nunca traspasará la fecha de este día de junio… ¡Si fuera al revés! ¡Si fuera yo el que permaneciese siempre joven mientras el cuadro fuera envejeciendo! ¡Por eso sería capaz de darlo todo! ¡Sí, no hay nada en el mundo que no me atreviese a dar! ¡Daría mi alma por ello!
Tal es su suerte que sus deseos se cumplen. Y entonces comienza la novela.El retrato de Dorian Gray se ha convertido en una de las referencias literarias que más veces se enciende en mi cabeza cuando leo o veo situaciones de lo más variopinto. Cuando me sorprendo por ciertas maneras de vivir egoístas hasta el absurdo, cuando en ocasiones se plantea la legitimidad de una vida sin esfuerzo y dedicada al placer más inmediato, cuando eludimos nuestra responsabilidad individual en los desequilibros que hay actualmente en el mundo; vuelven Wilde y su universo snob para desmontar todas las excusas que me permiten seguir siendo feliz, para hacerme ver que yo también vivo en una torre de marfil.
Y es que creo que la ética de los personajes de El retrato de Dorian Gray es absolutamente despreciable, pero no está de más que miremos hacia nosotros mismos para encontrarnos practicando sus máximas sin el menor rubor y justificando comportamientos que, vistos en los demás o en otra época histórica, consideramos absolutamente pueriles.
* Neopreno: una de las más interesantes metáforas literarias de las que he oído hablar últimamente. Lo comenté en el anterior blog, y pienso traerlo de visita a este. Prometido.