-¿Para hacerte ver la realidad? ¿Para que admires la realidad? ¿Para que compartas la realidad? ¿Para llevarte allí, a las fronteras de la realidad? No va a ser cosa fácil, muchacho.
El Sueco se había preparado para no enredarse en el odio que la chica sentía por él, para no sentirse ultrajado por nada de lo que le dijera. Estaba preparado para encajar la violencia verbal y, esta vez, para no reaccionar. La muchacha no carecía de inteligencia y no temía decir cualquier cosa, de eso él estaba seguro. Pero con lo que no había contado era con la lujuria, con la incitación… no había contado con que le asaltara otra cosa que la violencia verbal. A pesar de la repugnancia que le inspiraba la enfermiza blancura de su piel, el maquillaje cómicamente infantil y las baratas prendas de algodón, quien estaba recostada a medias en la cama era una mujer joven recostada a medias en una cama y el mismo Sueco, el superhombre de las certidumbres, era una de las personas con las que él no podía habérselas.
-Pobrecillo –le dijo ella en tono despectivo-. El chico rico del pequeño Rimrock, paralizado de esa manera. Follemos, p-p-p-papá. Te llevaré a ver a tu hija. Te lavaremos la polla, te subiremos la cremallera de la bragueta y te llevaré donde está-
-¿Cómo sé que lo harás?
-Espera a ver cómo salen las cosas. Lo peor es que te cepillas un coño de veintidós años. Vamos, papá. Ven a la cama, p-p-p…
-¡Basta ya! ¡Mi hija no tiene nada que ver con todo esto! ¡Mi hija no tiene nada que ver contigo! ¡No vales ni para limpiarle los zapatos a mi hija, asquerosa! Mi hija no tiene nada que ver con el atentado. ¡Y lo sabes!
-Calma, Sueco, tranquilízate, encanto. Si quieres ver a tu hija tanto como dices, cálmate, ven aquí y échale a Rita Cohen un polvo como es debido.»
Philip Roth
Ed. deBolsillo
Págs. 184-185
Es largo, el libro, y consistente. Pero atrapa desde el principio. Yo me leí sus más de 500 páginas de una sentada. Hay que decir que esa sentada fue en un avión que cruzaba el atlántico, con lo que tuve tiempo suficiente para empaparme de la historia.
Lo mejor que tiene, a mi modo de ver, es la manera en que Philip Roth introduce situaciones extremas, en ocasiones hasta inverosímiles, en la pacífica y aburrida vida de El Sueco. Una de ellas es la que aparece arriba, pero no es la única.
Dicen que el arte consiste en llevar al límite las posibilidades de la realidad. Tensar las cuerdas de la moral, la costumbre, la tolerancia humana. Si por algo es una obra maestra esta Pastoral Americana es por la naturalidad con la que la cuerda se va tensando mientras el protagonista, El Sueco, busca pistas de su hija terrorista. Por cierto, la hija es tartamuda… lo que da más idea de la crueldad del fragmento.