«-No os preocupéis por mí –dijo. –El hecho de que cojee un poco al andar no tiene ninguna importancia. A mis años, las personas cojeamos. La cojera es algo completamente normal cuando se alcanza cierta edad. Y olvidaos también de la tos. Toser es sano. Así mueves la porquería. La porquería no te hace daño a no ser que permanezca inmóvil en un mismo lugar durante años. Resumiendo, que la tos es buena. Lo mismo que el insomnio. El insomnio está muy bien. ¿Qué gano yo con dormir? Uno alcanza una edad en la que cada minuto de sueño es un minuto menos que tiene para hacer cosas útiles como toser o cojear. En cuanto a las mujeres, da igual. Las mujeres también están bien. Alquilas una película y disfrutas del sexo. Ayuda a impulsar la sangre al corazón. Tampoco importan los cigarrillos. Me gusta pensar que me estoy saliendo con la mía en algo. Que dejen de fumar los mormones, si quieren. Terminarían muriéndose de algo igualmente grave. El dinero no es problema. Tengo mis ingresos perfectamente organizados. Pensiones cero, ahorros cero y acciones y bonos cero. Conque no vale la pena que os preocupéis al respecto. De todo eso ya me he ocupado yo. Tampoco os inquietéis por la dentadura. Tengo unos dientes magníficos. Cuanto más sueltos están, más puedes moverlos con la lengua, y con eso la mantienes ocupada. No os preocupéis de los temblores. Todo el mundo tiembla de vez en cuando y, además, sólo me ocurre con la mano izquierda. Para disfrutar de tus propios temblores, basta con imaginarte que la mano pertenece a otra persona. Y no conviene prestar atención a súbitas e inexplicables pérdidas de peso. No tiene sentido que uno pretenda comer algo que no ve, lo que a su vez resta importancia a los ojos. Tampoco pueden empeorar más de lo que ya están. Olvidaos por completo de la mente. La mente va antes que el cuerpo, tal y como debe ser, así que no os preocupéis por ella. No le pasa nada. Preocupaos del coche. La dirección está fatal. Ha habido que revisar los frenos tres veces. Y el capó se abre de golpe cada vez que hay baches.»
Don DeLillo
¿Asociación de ideas? Tras cuatro comentarios sobre autores con premio Nobel -pasemos página de la intervención paterna de la semana pasada-, le paso el turno al eterno aspirante. Vale, ya sé que le he comentado antes dos libros, pero es que creo que Don DeLillo debe por fin tener en sus vitrinas el premio sueco, y así se valorará no sólo lo bien que escribe, sino sus dotes proféticas. Cuando hablé de Cosmópolis, me referí al carácter visionario de este autor, que en 2003 publicaba una novela donde adelantaba una hipotética rebelión social contra los dominadores de la economía. Justo lo que hoy parece una amenaza más que probable y hace siete años, cuando lo escribía DeLillo, se veía como una total estupidez anacrónica. Como tiempos remotos que ya no volverían.
Bien, pues si por algo DeLillo tiene ganada la fama de profeta es por esta obra, Ruido de Fondo. Aquí, el autor desmenuza esas filias, fobias y temores que dominan el primer mundo, un primer mundo que somos todos nosotros. Plantea una amenaza que, el tiempo le ha dado la razón, es la madre de todas las amenazas. Un escape tóxico, un atentado terrorista a gran escala, un terremoto en cualquier ciudad occidental, inundaciones porque saltan los diques de contención en una ciudad situada por debajo del nivel del mar… todos esos desastres que pueden ocurrir, que siempre serán culpa de los humanos y sobre los que nosotros como seres individuales no tenemos ningún control, están resumidos en las páginas de Ruido de fondo. El dato que nos falta es el siguiente: el libro fue publicado en 1984, cuando aún no había sucedido ninguna de las tragedias que he comentado y que forman parte del imaginario popular.
Hoy llegan noticias de la pandemia. Esa gripe que ha sido llamada de tantas maneras nos amenaza con acabar con el ser humano, pero yo me he comprado una tele. Entonces me acuerdo de Ruido de fondo. Imaginaos meter en una turmix la más pequeña de nuestras preocupaciones y mezclarla con la mayor de las tragedias, lo mismo cada día vemos los muertos del telediario mientras nos levantamos a echar más sal a la ensalada.
Eso es Ruido de fondo. Y así describe el autor el título, en un momento cualquiera de la novela, y sin avisar: “Súbitamente fui consciente de la densa textura del entorno. Las puertas automáticas se abrían y se cerraban con un aliento abrupto. Los colores y los olores parecían más definidos. El rumor de los pies arrastrándose por el suelo emergía de entre una docena de sonidos diferentes, destacando sobre el zumbido sublitoral de los sistemas de mantenimiento, del crujido de papel de periódico producido por los clientes al consultar sus horóscopos en los diarios expuestos en la entrada, de los murmullos de las ancianas de rostro empolvado y del rítmico traqueteo de los automóviles al rodar sobre una tapa de alcantarilla demasiado holgada frente al acceso principal. Pies deslizándose. Podías oírlos con claridad, arrastrándose triste y entumecidamente por cada pasillo.”
Mejor ya paro de recomendarlo. El que quiera que lo lea, que para eso tenemos bibliotecas y librerías. Y si ya lo habéis hecho, no dejéis de comentar en el blog, que hace mucha ilusión.