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Ann Beattie – Pérdida de tiempo

«Justo antes de que me marchara de casa cayó una nevada. Fuimos a ver a su mujer. De camino al hospital paramos a comprar la comida asquerosa de siempre y le cogimos unas revistas, las del hospital tienen todas las páginas rasgadas, y jabón, y cosas así. Cuando llegamos estaba sentada al lado de la ventana contemplando la nieve, y nos dijo, sin levantar la vista siquiera, sin saber quiénes éramos, que los médicos le habían dicho que sentarse a mirar la nieve era una pérdida de tiempo, que tendría que apuntarse a algo. Se rió un buen rato y nos dijo que no era una pérdida de tiempo. Quedarse mirando los copos de nieve sí que sería una pérdida de tiempo, pero ella los contaba. Y aunque contar copos de nieve fuera una pérdida de tiempo, ella no lo perdía, porque sólo contaba los que eran idénticos.»

Postales de invierno
Ann Beattie

Hay detalles que llevan vida.

Ann Beattie es una autora que aquí no hemos conocido hasta hace poquitos años aunque Postales de invierno, publicada en 1976, tiene en los EEUU el estatus de novela de culto. Le llaman novela generacional. Como lo fue El guardián entre el centeno en los ’50, pero aplicada a la década de los ’70. Y, pese a ello, no ha sido traducida al castellano hasta este 2008. Ha tenido que ser una pequeña pero comprometida editorial, Libros del asteroide, la que descubriera lo que nos estábamos perdiendo e hiciera todo lo necesario para ofrecérnoslo.

La mirada de Ann Beattie es dulce, comprensiva y carente de prejuicios. Como si sintiera lástima por sus protagonistas. En Postales de invierno, la autora nos presenta una serie de personajes que tratan de sobrevivir a un presente donde ya no sirven las locas ideas del ’68, con su furor de drogas y psicodelia. Son personajes que buscan el sentido a sus vidas bajo unas premisas nuevas y que, pasada ya la resaca de la euforia, giran la mirada hacia metas más realistas. Sus objetivos se hacen más pequeños, conscientes de que han perdido la ilusión por cambiar el mundo, la paz universal o la revolución cultural. Ahora todo parece más amable: alguien a quien querer, algo que proteger. Pero hay una pega: estas pequeñas ambiciones tampoco son fáciles de alcanzar.

Es curioso acercarse a una novela que escribe uno de los periodos descendentes de esta nuestra cíclica historia. No puedo evitar creer que hoy, a finales de la década de los ’00, quizás nos encontremos en una situación similar. ¿O nadie más que yo encuentra paralelismos con aquella lejana década en que muchos nacimos? ¿No podríamos ser esa serie de personajes perdidos, pasados ya los años locos del dinero abundante, que buscamos algo más cercano, menos ambicioso?

No, quizás no tengo razón. Pero ojalá fuera así.

Volviendo al libro, Postales de invierno es el mejor que he leído en este año. Y no han sido pocos.