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Iban Zaldua – Dedicado a todos los patriotas

Mientras esperaba la orden de embarque, en la cafetería del aeropuerto, le dediqué un último vistazo a los periódicos. Amenazas contra un concejal del PP. Otra protesta contra la ilegalización de Batasuna. La enésima denuncia del presidente navarro contra las pretensiones «colonizadoras» de las autoridades nacionalistas de la Comunidad Autónoma Vasca. Más datos descorazonadores sobre el uso del euskera en los análisis de la última encuesta sociolingüística. Un accidente de trabajo -mortal- en Andoain. Ibarretxe pidiendo calma en torno al plan que lleva su nombre. La Audiencia Nacional negándose, una vez más, a investigar una denuncia de torturas. Los últimos detalles que se han hecho públicos en el caso de corrupción de la Hacienda de la Diputación de Guipúzcoa. Pronto le diría adiós a todo eso, y estaba contento. Más que contento.

La patria de todos los vascos
Iban Zaldua

Fue Jorge Carrión quien, en un taller literario que impartió hace algún tiempo, me hizo una pregunta tan oportuna como dolorosa: “¿Aquí tenéis la política muy presente, no?”

Cierto, Jorge, tenemos la política muy presente. Incluso quienes como yo ansiamos quitárnosla de encima.

Pero es imposible. Unos, los que dicen defender la legalidad, nos destrozan la familia y el entorno. Con un aparato mediático imparable detienen a jóvenes inocentes y lo venden como un triunfo de su rentable lucha contra el terror. Otros, en su anacrónica guerra contra lo que denominan un estado fascista, pretenden formar otro país con otro nombre. Un estado mejor, dicen, como si existieran los estados buenos. En medio, los demás recibimos palos en 360 grados, y perdemos el tiempo buscando soluciones. Toda argumentación se pierde entre discursos huecos y viscerales donde el odio ha desplazado a la razón.

Y a veces nos vemos obligados a inventar lugares tranquilos donde se hable de cosas importantes, lugares donde se sepa quitar hierro a los problemas. Pero sólo encontramos respiro en la imaginación. Soñamos con querer huir de casa, bien lejos, largarnos a un sitio donde pensar en cosas que nos sean cercanas. Olvidar patrias, opresores y oprimidos, debates estériles sobre sentimientos diferenciadores o unificadores, y poder dedicarnos a algo que nos toque la fibra y nos mueva. Que esto de siempre ya no nos mueve.

El libro de Iban Zaldua, La patria de todos los vascos, trata sobre eso: sobre una huida de un país en que nadie valora más discurso que el suyo propio.

Pero, sobre todo, le he hecho al profesor Anderson la pregunta crucial: si hay algún vasco, o alguna casa vasca en Anchorage, porque precisamente en función de eso decidiré al fin si me marcho o no a Alaska -esto último, claro está, ni se me ha ocurrido confesárselo: se lo he soltado como de pasada, como si no tuviera mucha importancia-. También esta vez me ha contestado con rapidez: «por desgracia» no hay ninguna casa o asociación vasca en Anchorage y tampoco, que él sepa, ninguna persona de ascendencia vasca . Cuando empezó a interesarse por Euskal Herria intentó encontrar vascos por aquellos parajes, pero aparte de una pareja de Boise que, por lo visto, emigró allí en los años sesenta -y regresó a Indiana en cuanto se jubiló-, no dio con la pista de nadie más y, por consiguiente, no pudo fundar ninguna asociación vasca en Anchorage, como era su intención -lo que, añade en su mensaje, es «una verdadera pena»-. A mí, la noticia, sin embargo, me alegra muchísimo, pues ese es mi sueño: no querría cruzarme con un solo vasco durante los seis meses que voy a pasar allí. No he hecho a Anderson partícipe de mi satisfacción, faltaría más. «Sí, es una lástima», le he contestado en mi siguiente e-mail.
Gracias a todos los dioses del cielo y de la tierra, el poeta estaba equivocado, y no hay un Basques’Harbour en cada puerto del mundo: ni siquiera una estrecha Rue des Basques. No en Anchorage, por lo menos.

Conocí a Iban Zaldua en la presentación del libro 22 escarabajos en Pamplona. No sabía que existía (Zaldua, no el libro), por eso me puse a buscar su nombre por internet y encontré artículos como este con los que me identifiqué desde el primer momento. Me gustó verle cómo trataba de extraer la víscera del juicio político y avanzar por otros caminos que hagan que acabe esta locura.

Por supuesto, su posición tiene críticas: las de todos aquellos que se aferran a las tesis de uno de los bandos. Últimamente, por estos lares, parece que solo hay de estos. Zaldua se sale de esta norma, y se ha convertido en uno de esos intelectuales independientes que reciben los insultos de ambos lados. Son acusados de equidistantes por unos, o de colaboracionistas por los otros. Yo lo considero de los míos. Bueno, él supongo que es un intelectual, yo prefiero mantenerme en el lugar de los aficionados, que es menos exigente. Lo que está claro es que ambos jugamos a no dejar de pensar.

Este libro nos ofrece un relato fantástico en que todas las ilusiones de los patriotas aparecen contempladas. Las de todos los patriotas. Lo consigue pese a que son, evidentemente, sueños excluyentes con su adversario. Y el resultado es descorazonador. Con una estrategia lógica a prueba de bombas nos demuestra que nada cambiará si no dejamos de discutir por a qué país pertenecemos. Porque esos sueños que monopolizan el debate político son sueños de plástico, y lo peor de todo es que están llenos de mala leche, estupidez y fascismo.

La polla records cantó, hace ya años, una frase que decía «un patriota, un idiota». Hoy la hago mía. Con todas sus consecuencias.

PD. Esta es una de las últimas entradas que apareció en el viejo blog. Todavía no habían pasado muchas de las cosas que, en relación con el manido problema vasco, han modificado el panorama. Y ya no son dos los bandos que practican la cerrazón y el patrioterismo. Ahora son unos los que mantienen una política de desargumentación para evitar los juicios lógicos, y los otros los que han dado una muestra de madurez inesperada.

Así que dedico este comentario a todos los nacionalistas españoles. Para que se den cuenta de quiénes son.

Y espero, además, que el 22-M se pueda votar a todas las ideologías, no solo a las que cuelan por su dogma de taberna.