Archivo de la categoría: Escritos

Fréderic Beigbeder – La dedicatoria

El libro Socorro, perdón, de Fréderic Beigbeder tiene la siguiente dedicatoria:

¡A mí!

Así, literal. Con exclamaciones.

Supongo que no se refería a mí.

Franz Kafka – Una interpretación anticapitalista

En diciembre de 2011 fui a Praga. Tuve suerte porque el invierno no había llegado todavía, y por tanto pude pasear sin dejarme los huesos. El motivo de mi viaje no tenía que ver con Frank Kafka, pero sí con la literatura. Quería ver los lugares donde unos resistentes habían conseguido matar al nazi Heydrich, tras leer el libro HHhH de Laurent Binet. Pero esa es otra historia.

Casa donde Kafka escribió Un médico rural

Aprovechando que andaba por allí, me paseé por el recuerdo de Kafka. Por si se me pegaba algo, vamos. Y hubo suerte. Al llegar al Pasaje Dorado vi que, en la casita donde el escritor había pasado muchas horas de trabajo, había una librería. Uno no es fetichista per sé, pero había que hacer algo y compré Un médico rural – Pequeños relatos. La elección del título fue casual (bueno, no del todo: los demás ya los tenía), y resultó que las letras de ese libro eran las únicas que Kafka escribió en aquel cuco nº 22.

Para los que no hayan leído Un médico rural, dejo el enlace a la biblioteca Ciudad Seva donde podréis encontrarlo. Aquí.

Lo que sigue a continuación es una interpretación mía, ayudado por un litro de cerveza tostada de U Medviku. Pero me cuadra. Eso sí, no dejéis de leerlo si no queréis que os lo destripe a spoilers.

Una interpretación anticapitalista de «Un médico rural»

Punto de partida: un médico rural recibe una llamada urgente. Ha caído una tormenta de nieve y la casa a la que debe llegar está a diez millas. Además, su caballo murió ayer. Pide ayuda entre sus vecinos, pero nadie puede hacer nada por él.

Aparece el capital: en su cochera, un desconocido con ojos azules le presenta dos buenos corceles. Problema solucionado.

El capital no trabaja, pero siempre gana: la criada, preciosa, aparece por la cochera para ayudar al médico a ensillarlos. El capital se lanza sobre la criada y le muerde en una mejilla. El médico le pide que le acompañe, pero el capital no está por la labor. Azuza a los caballos y el médico sale disparado mientras ve cómo la joven huye perseguida por el benefactor.

Fotograma de la película japonesa Inaka Isha, basada en el relato de Kafka.Al principio todo son facilidades: el viaje, que se preveía largo y difícil, se hace en un santiamén. El padre del paciente está preocupado, pero cuando llega, el médico comprueba que está sano.

Primer desajuste: el paciente le pide que le deje morir. Pero él es médico, ¿cómo iba a hacer eso? El padre le ofrece una copa de ron que él rechaza.

Segundo desajuste: el paciente tiene una herida profunda en el costado. Podría morir. Entonces, el paciente le suplica: ¿Me salvarás? Ante el desaguisado, el médico piensa en su criada.

La imposibilidad de entender el mundo laboral: en plena desolación, los dos caballos meten la cabeza por la ventana, como recordándole que tiene una deuda contraída.

Las represalias por no hacer bien un trabajo: de repente, aparece todo el pueblo en la casa. Lo observan y le exigen que lo cure, y para que no escape atan al médico a la cama del paciente. Los niños del coro cantan:

Desvestidlo para que cure
y si no cura matadlo.
No es más que un médico,
no es más que un médico.

El paciente, entonces, le echa en cara que no solo no le va a curar, sino que encima le está quitando un trozo de su lecho de muerte. El médico le dice:

-Tampoco es fácil para mí.
-Es una excusa muy fácil para que baste -replica el moribundo.

Recuperar lo perdido es imposible: consigue escapar y, desnudo, el médico se monta en el carruaje. Por suerte los caballos son buenos y harán el viaje muy rápido. Pero ahora no es así. Los caballos van muy despacio, y se queda atrapado en medio de un desierto de nieve. El médico no para de pensar en su criada.

Fin.

Librito comprado en la casita donde lo escribió.

No pienso hacer ninguna conclusión. Por lo menos ninguna más. Que ya hay unas cuantas. Pero esto era una interpretación mía, ¿no? Pues eso.

Un par de cosas.

Por un lado, buscando imágenes para esta entrada -la primera es una foto mía, pero la segunda no-, me encontré un blog que hablaba sobre Inaka Isha, una película japonesa de 20 minutos que está basada en el relato de Kafka. La tendré que buscar.

Y por otro, una llamada al blog de El economista humilde, lleno de buenas ideas. Este tío un día escribió sobre un sueño que tuvo -o no, me da igual- y que me recuerda mucho a las historias absurdas de Kafka. Si empezamos a leer el post por el segundo párrafo, a partir de «Al girar la esquina me di cuenta…», nos queda un relato más bien apañado de un aprendiz de Kafka del siglo XXI.

Vargas Llosa – Novela total

«A las dos semanas, en vez del apestoso plato de harina de maíz habitual, les trajeron al calabozo una olla con trozos de carne. Miguel Ángel Báez y Modesto se atragantaron, comiendo con las manos hasta hartarse. El carcelero volvió a entrar, poco después. Encaró a Báez Díaz: el general Ramfis Trujillo quería saber si no le daba asco comerse a su propio hijo. Desde el suelo, Miguel Ángel lo insultó: «Dile de mi parte a ese inmundo hijo de puta, que se trague la lengua y se envenene». El carcelero se echó a reír. Se fue y volvió, mostrándoles desde la puerta, una cabeza juvenil que tenía asida por los pelos. Miguel Ángel Báez Díaz murió horas después, en brazos de Modesto, de un ataque al corazón.»

La fiesta del chivo
Mario Vargas Llosa

Aprovecho una fiesta tan señalada, el 31 aniversario del último intento de golpe de estado en España (publiqué la entrada original en el viejo blog hace tres años, con lo que hablaba del 28 aniversario del golpe), para colar una de las novelas más apetitosas que me he leído y que tiene mucho que enseñar sobre lo que ocurre cuando gente más fuerte que culta consigue sodomizar a todo un país.

El último día del régimen del dictador Trujillo -República Dominicana- sirve de base para este monumental relato, alabado por la crítica como una de las grandes novelas del siglo. Lo que no se sabe bien es de qué siglo están hablando, ya que La fiesta del chivo apareció en el año 2000, a caballo entre la modernidad y la debacle.

Dicen los que saben de esto que La fiesta del chivo es heredera de Conversación en la catedral (1969), la obra que Vargas Llosa dijo que salvaría si sólo pudiera elegir una. En cuanto a la estructura, La fiesta del chivo comparte con aquella la gran cantidad de tramas que se entrecruzan. En favor de esta última hay que decir que el lector sabe en todo momento dónde se encuentra situado, algo que era más complicado en la de 1969. Para mí, esta característica tiene que ver con la madurez del escritor, que ha sabido encontrar el punto medio entre la accesibilidad y la buena literatura. Por contra, algunos miembros de esa elite cultural elevada inaccesible para los mortales se muestran decepcionados a causa de esta facilidad de lectura.

Si alguien no ha oído hablar del término Novela total que se atribuye al escritor peruano, aquí tiene el ejemplo más consistente para saber de qué se trata: una obra con tres líneas maestras que se entrecruzan, relato histórico, periodístico, documental, literatura pura en las ocasiones en que la historia lo requiere, momentos que se confunden con un ensayo, digresiones planteadas en boca de personajes…

Y la excusa para esta sinfonía literaria es Urania Cabral, la hija exiliada de uno de los hombres fuertes del despiadado régimen de Trujillo. A lo largo de las páginas, Cabral se convierte en un símbolo: la imagen del dolor que se puede generar cuando se supedita la condición humana a la jerarquía de un sistema político.

Enrique Rubio – La realidad es un juego sin PAUSE

Asunto: Asilos
De: aenima@xmail.com
Para: cascaradenuez@xmail.com
Estás dándole la papilla a tu anciana madre, senil, atragantándose y con hedor a heces por haber decidido postergar el cambio de pañales. Tu madre se ahoga con la papilla y las babas colganderas parecen lianas entre la cuchara y su boca, pero tú mientras tanto estás abstraída pensando en tener un hijo, tan ensimismada que le metes otra cucharada cuando no se ha tragado ni una gota de la balsa de triturado empantanado entre sus encías. Piensas en tu hijo como ese niño gracioso y tierno que esperarás a la puerta de la guardería y te llevarás de la mano a casa para que juegue y te dé el enternecedor dibujo del día: su familia. No piensas en ese momento en tu hijo agonizando recubierto de pellejo agrietado con verrugas y pelos negros y con las comisuras de los labios pastosas dejando caer de cuando en cuando dos hilillos de papilla de verdura. No te lo imaginas así y lo tienes justamente delante. No te imaginas a tu hijo postrado en una camilla dejando entrever su esqueleto a través de la piel. Generatriz borra de tu cabeza este posible pensamiento. Sólo piensas en ese muñequito rosado y cándido, espléndido, lleno de vida. Tienes oculta la otra cara. Quizá estés embarazada y no veas lo que tienes delante. Generatriz borra de tu mente la vejez y la muerte. La gente piensa en su futuro hijo como un niño eterno, o como un adolescente como mucho, o como un exitoso adulto joven emprendedor con un trabajo admirable. Nadie piensa en su futuro hijo como un anciano inválido. Sólo el Elegido piensa en su futuro hijo como un anciano quejumbroso y temeroso de la cuenta atrás. Sólo el Elegido piensa en su hijo como un vehículo esclavo de la transmisión genética.

Tengo una pistola
Enrique Rubio

Cascaradenuez lleva diez años encerrado en su piso del 4ºA. No se atreve a salir porque tartamudea y padece fobia social. Aunque estos son solo dos de sus múltiples males. Su trabajo consiste en crear cebos pornográficos para pajeros de todo el mundo. Vive rodeado de pantallas a través de las que se comunica con su amigo cibernético Ciria, descarga música y películas que nunca tendrá tiempo de disfrutar y, por la noche, se echa en la cama enredado en el cable de su ratón. Es entonces cuando sueña que forma parte de un juego de ordenador donde debe matar zombies por Manhattan.

Por el día, todo su contacto con el mundo exterior se reduce a su pantalla. Bueno, también es visitado en ocasiones por un psicólogo al que pagan sus padres, pero no puede decirse que le ayude mucho a solucionar sus problemas mentales. Sin duda, sería buena idea que el protagonista pusiera algo de su parte para ponerles remedio, pero la verdad es que no tiene muchas ganas de hacerlo.

Cascaradenuez compra por internet todo lo que necesita: ediciones especiales de discos que nunca se mueven de su estantería, zapatillas deportivas que apila en el armario, comida que sí come…

Un día, en un tetrabrick de leche, encuentra la siguiente pregunta:

¿Eres consciente de que llevas un excremento en tu interior?

A partir de entonces entra en contacto con algo parecido a una secta que tiene un ideal un tanto extraño: luchar contra lo que dicta nuestro código genético. Así de fácil. Ænima (el profeta con quien se comunica Cascaradenuez) dice que los humanos somos máquinas programadas por Generatriz. Que somos meros esclavos de nuestros genes y, por tanto, que hay que luchar contra ellos, vencer al programa.

Enrique Rubio aprovecha este estrambótico punto de partida para armar una adictiva novela cuyas páginas nos llevan por caminos cercanos a la ciencia ficción, en ocasiones; o al thriller psicológico, en otras. Pero toda la obra aparece inundada por reflexiones sobre las relaciones humanas que cuentan con un punto de elaboración superior al que se puede esperar de una primera novela.

Sus ideas se podrían equiparar a las de un autor maldito como Houellebecq, pero la manera en que las plasma es radicalmente otro: Tengo una pistola es una novela de ficción que pretende serlo: esto es, no se trata de una obra de autoficción donde un trasunto del escritor nos cuenta sus reflexiones (como haría Houellebecq), sino que presenta un relato ficticio del que se destila una visión del mundo.

Tengo una pistola sorprende. Sorprende la cantidad de hallazgos literarios que hay en sus páginas y la profundidad de sus razonamientos. Además, su lectura tiene un ritmo trepidante. Es de esas novelas que te persiguen en tu día a día, uno de esos libros que buscas cada vez que la vida te otorga un momento de tranquilidad.

Yo, qué más cabe decir, la disfruté muchísimo.

ATENCIÓN, ESPOILERS

Llamo la atención de los lectores porque, a partir de aquí revelo una parte de la historia que un futuro lector podría no querer saber. El que siga leyendo, que no diga que no le avisé:

Cascaradenuez consigue una pistola gracias a la secta de los elegidos, y esa pistola le hace sentirse seguro. Saber que en cualquier momento puede dispararse un tiro en la sien, y así poner fin a su sufrimiento, le proporciona el valor suficiente para salir de su búnker y enfrentarse a la realidad. De pronto, se da cuenta de una cosa:

La realidad es un juego sin PAUSE.

Y luego, observa. Imaginaos los términos en que analizaría el mundo alguien que, desde hace diez años, solo conoce los haces de luz que emite su pantalla:

Alta definición, al menos 1920×1080 píxeles. Rica en texturas y sin escatimar en polígonos. Los colores no son excesivamente brillantes ni vivos, sino naturales. Me muevo y no hay parones ni saltos en la imagen. Fluidez visual, por lo menos a 30 frames por segundo y 100 hertzios de tasa de refresco. Miro las líneas de los edificios, sin dientes de sierra, sin jaggies. La relación de contraste es al menos de 1200:1. Los efectos de antialiasing, mip mapping, bup mapping, environment mapping… son de última generación. Formato panorámico 16:9, más o menos, y un brillo de unos 520 cd/m2.

Esta simulación tan fidedigna era la realidad diez años atrás. Es el molde que utilizan los programadores para diseñarme los juegos con los que he estado alimentándome. La realidad se parece bastante a mis videojuegos. La realidad es bastante real. Está bien conseguida.

Tebeos de la posguerra – La educación de nuestros padres

Cuando leáis estas líneas, Hechas y Pelayos de la España victoriosa, habréis desfilado ya por las plazas y las calles de todas las ciudades y pueblos de España, enronqueciendo con el grito que en estos momentos escapa de las gargantas de todos los españoles: Franco, Franco, Franco.

La gratitud de todos los niños de España debe llegar hasta él en un alarido unánime. Gratitud, cariño, admiración y sumisión incondicional. Ha sido el enviado de Dios, el instrumento de Dios, el brazo de la justicia y el amado de la victoria.

Treinta y dos meses hace que tomó sobre sus hombros una empresa al parecer irrealizable. Otro cualquiera hubiera dudado; él no vaciló un instante. Confió en Dios, confió en la inmortalidad del pueblo español y confió en la grandeza de su genio. Y aquella empresa erizada de dificultades, imposible para cualquier otro que no fuera él, ha quedado victoriosamente rematada. A él como al emperador bíblico pudo decirle el Señor: Yo te nombré y te llamé y te establecía para abrir las puertas infranqueables, para romper los cinturones de hierro, para entrar en las grandes ciudades y para sojuzgar a los pueblos rebeldes. Y cuando en el curso de vuestro bachillerato os encontréis con aquel verso en que el poeta latino hace el elogio de uno de los grandes generales de Roma: «Con paso lento pero seguro él nos restituyó todo», pensad que este elogio tiene su realización en nuestro Caudillo glorioso, el mejor general del mundo.

Todo lo tenéis por él: la Patria, la familia, la misma fe de Jesucristo, el honor de llamaros españoles, la esperanza de un porvenir glorioso, esa boina roja que significa todo el pasado sin igual de España y esa camisa azul que significa un mañana lleno de esplendor. Y esas flechas de vuestra camisa han conquistado ya por él todo su sentido. enlazadas, como ellas en un solo haz, están ya todas las regiones de España, para trabajar en la realización del lema que tantas veces habéis repetido: Una, Grande y Libre, bajo la espada del triunfador providencial.

Es el momento de decir: ¡Gloria a Dios en las alturas y gratitud en la tierra al hombre Por Él Escogido!

Fray Justo Pérez de Urbel
Primer abad del valle de los caídos

En Palencia hay una exposición sobre tebeos de la posguerra española. Es divertida. No es que haya ninguna publicación que resulte especialmente interesante (al menos para mí, que no soy muy ducho en las artes del dibujo), pero la expo en sí tiene su intríngulis. ¿Por qué? Pues por esto mismo: porque me obliga a esforzarme en entender cómo podían resultar atractivas, en aquella época, todas esas publicaciones plagadas de tópicos y simplezas.

Hay un apartado bastante divertido sobre la censura. Nosotros (los actuales, los nacidos a partir de los sesenta) sabemos que las heroínas femeninas de los cómics siempre enseñan buena parte de su agraciada anatomía mientras pelean contra monstruos. Bien, pues nuestros padres, de niños, no lo sabían. Ni siquiera en las traducciones de comics extranjeros. Para mantener la inocencia de las generaciones que nos criaron existían esos bienpensantes dibujantes censores que aplicaban con desparpajo sus artes y cubrían con gaseosos y desenfocados tules tal exuberancia. Así, las defensoras del bien en España eran ágiles, fuertes, listas y recatadas. Como debe ser.

No tengo imagen para poner, pero prometo volver para hacerle una foto y actualizar la entrada.

Bien, os preguntaréis qué coño tiene que ver todo esto que cuento con las sabias palabras de Fray Justo Pérez de Urbel (a la sazón primer abad del valle de los caídos). Resulta que este texto, por lo visto, abría varios de los comics que se distribuyeron por la España nacional al finalizar la guerra. Y no he podido evitar fotografiarlo y luego transcribirlo. Para todos. Quizás así consigamos entender algunas de las taras de los viejillos y, mucho más allá, sepamos apreciar sus meritorias evoluciones.

Philippe Claudel – La espera

 Amor mío:
Tus cartas se vuelven finas como papel de fumar, de tanto desplegarlas y plegarlas, leerlas y releerlas, llorar sobre ellas… Sufro, ¿sabes? El tiempo me parece un monstruo nacido para alejar a los que se aman y hacerles sufrir lo infinito. ¡Qué suerte tienen esas mujeres con las que me cruzo a diario, que no pasan más que unas horas separadas de sus maridos, y los niños de la escuela, que tienen a sus padres siempre cerca!

Almas Grises
Philippe Claudel

No se me ocurre manera más dulce de expresar la espera que el inicio de esta carta. «Sufro, ¿sabes?», escribe la profesora, espontánea, y yo me enamoro de ella. Muchas historias se desarrollan en el pueblecito francés que sirve de escenario a esta contundente novela. Un policía que va a ser padre, un fiscal atormentado, un alcalde, un juez enamoradizo y despótico… Infinidad de Almas grises que asoman su lado más oscuro mientras tratan de mantenerse al margen de la guerra que se desarrolla al otro lado de la colina.

La Primera Guerra Mundial, en ese otro lado, se lleva las vidas y las ilusiones de desconocidos a los que se espera. En ocasiones, cartas como la que se relata no llegan a su destino, y su intensidad se pierde en segundos. Como se apagan los fuegos artificiales de una feria de verano, allí en el negro de la noche. Para evitar el olvido, se agradece que alguien como Philippe Claudel escriba una novela tan delicada, desgarradora y humana como esta. Para que el recuerdo de estas chispeantes historias no se extinga en un instante, para que una carta como esta haga perdurar en el tiempo la memoria de todas ellas.

Frédéric Beigbeder – El de las frases célebres

Me llamo Octave y llevo ropa de APC. Soy publicista: eso es, contamino el universo. Soy el tío que os vende mierda. Que os hace soñar con esas cosas que nunca tendréis. Cielo eternamente azul, tías que nunca son feas, una felicidad perfecta, retocada con el Photoshop. Imágenes relamidas, músicas pegadizas. Cuando, a fuerza de ahorrar, logréis comprar el coche de vuestros sueños, el que lancé en mi última campaña, yo ya habré conseguido que esté pasado de moda. Os llevo tres temporadas de ventaja, y siempre me las apaño para que os sintáis frustrados. El Glamour es el país al que nunca se consigue llegar. Os drogo con novedad, y la ventaja de lo nuevo es que nunca lo es durante mucho tiempo. Siempre hay una nueva novedad para lograr que la anterior envejezca. Hacer que se os caiga la baba, ése es mi sacerdocio. En mi profesión nadie desea vuestra felicidad, porque la gente feliz no consume.

13,99 euros
Frédéric  Beigbeder

Me encanta la última idea de este párrafo: la gente feliz no consume. La verdad es que el libro es potente en cuanto a aforismos. Fijaos en este otro: La diferencia entre ricos y pobres es que los pobres venden droga para comprarse unas Nike, y los ricos venden sus Nike para comprar droga.

Os dejo un link a otras frases de Frédéric Beigbeder. La verdad es que son contundentes y parecen sabias. ¿Estaremos asistiendo al nacimiento del Tagore anticapitalista?

Aldous Huxley – Error por defecto

Desde luego, no hay razón alguna para que el nuevo totalitarismo se parezca al antiguo. El gobierno, por medio de porras y piquetes de ejecución, hambre artificialmente provocada, encarcelamientos en masa y deportación también en masa no es solamente inhumano (a nadie, hoy día, le importa demasiado este hecho); se ha comprobado que es ineficaz, y en una época de tecnología avanzada la ineficacia es un pecado contra el Espíritu Santo. Un estado totalitario realmente eficaz sería aquel en el cual los jefes políticos todopoderosos y su ejército de colaboradores pudieran gobernar una población de esclavos sobre los cuales no fuese necesario ejercer coerción alguna por cuanto amarían su servidumbre. Inducirles a amarla es la tarea asignada, en los actuales estados totalitarios, a los ministerios de propaganda, los directores de periódicos y los maestros de escuela.

Un mundo feliz (nuevo prólogo, de 1946)
Aldous Huxley

Aldous Huxley escribió Un mundo feliz en 1931, pero añadió un nuevo prólogo a la edición de 1946. He de confesar que no me causó ninguna impresión al leer la novela. Quiero decir que no tengo ningún recuerdo de dicho prólogo. Ahora lo he descubierto en otro libro mucho más actual: 13,99 euros, de Frédéric Beigbeder (Me llamo Octave y llevo ropa de APC. Soy publicista: eso es, contamino el universo.); del que hablaré otro día.

El nuevo totalitarismo, en efecto, no se parece al antiguo. Como dijo Huxley, ahora los esclavos aman su servidumbre. Los medios de comunicación oficiales inundan el mundo de verdades que son tratadas como dogma de fe y, mientras tanto, los esclavos rezamos sus oraciones: roguemos por la propiedad privada, la salud de los mercados y nuestro nuevo smartphone. Amén.

El nuevo totalitarismo somos nosotros.

Pero Huxley quizás pensó que un totalitarismo sustituiría al anterior. Y no es así: el nuevo ha venido para sumar.

Creyó que no se usarían ya porras ni piquetes, pero no hay más que ver la represión con que se trata a los movimientos de nueva generación (Occupy Wall Street, 15-M u otros) en cuanto pasan de las asambleas a la acción (que, por cierto, no suele ser violenta). También pensó que se acabaría el hambre artificialmente provocada, y ahora millones de personas mueren de inanición, muchas en el cuerno de África, como consecuencia del aumento del precio de los alimentos básicos (incremento provocado por movimientos especulativos). E incluso pensó que los nuevos totalitarismos no encarcelarían ni deportarían en masa. No previó Guantánamo. Ni siquiera, mucho más cerca de nosotros, los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIEs); esos lugares oficiales, aprobados por la democrática Unión Europea, donde se retiene e incomunica a personas durante 60 días (sí, dos meses), sin juicio ni asistencia legal.

Dijo Huxley que todas estas aberraciones eran ineficaces. Pero no se dio cuenta que su ineficacia viene asociada a su conocimiento. Si no sabemos de ello, si no aparece en los medios, no existe. Por tanto, vía libre.

Más vale que yo, por fin, he conseguido un smartphone.

Félix de Azúa – Sobre la felicidad

Los padres destrozan a sus hijos haciéndoles felices; los amantes se destrozan entre sí haciéndose felices; los sabios se mantienen en una rigurosa ignorancia con el fin de hacer felices a los humanos; los poderosos explotan a los débiles para facilitarles la felicidad; y los artistas chapotean en ese delirio obsceno, buscando fragmentos en el mar de sangre, para exhibirlos en el museo con un cartelito que lleve su nombre.

¿Pero por qué? Esta pregunta no tiene respuesta. Sólo sabemos que nuestro significado está hoy escrito en términos históricos y que a la historia sólo pasan los criminales. Miles, millones de hombres y mujeres viven ochenta años sin pena ni gloria, y sin hacer demasiado daño; pero son insignificantes, NO NOS DICEN NADA. Llega, en cambio, un canalla, logra el dinero suficiente para matar a centenares de miles de hombres y tiene asegurado un lugar SIGNIFICATIVO en la historia de la humanidad.

La ciudad de Florencia es visitada anualmente por millones de turistas que la adoran. Pero esa ciudad es el resultado de la guerra, de la explotación, del crimen y la estafa. Una casa anónima, encalada y pobre, con su maceta de geranios, en el interior de Badajoz, carece de importancia; es anónima, forma parte del miserable bagaje de los PERDEDORES de este mundo. Sólo es histórica y significativa la ciudad construida sobre la sangre. A la historia sólo pasan los canallas. En la basílica de San Pedro muchos hombres y mujeres miraron con placer la nariz de la Virgen de Miguel Ángel, pero sólo uno le pegó de martillazos. Este será el que pase a la historia, éste es el significativo porque pone de manifiesto nuestra insignificancia mediante un gesto de loco.

Historia de un idiota contada por él mismo
Félix de Azúa (1986)

Me temo que va a ser difícil explicar que este libro me ha llenado de buen rollo.

Mercedes Cebrián – Sobre el poder

Debéis saber que dirijo
mi propia publicación,
una revista de números impares.

Por más que me insistáis no habrá número dos, ni un especial
Cumplimos Veinte Números.
El nueve, un monográfico dedicado a los pares
contiene referencias, cientos de véases, de
tal como señalamos en el número ocho.

¿Se os ocurre otra forma más sutil
de poder?

El malestar al alcance de todos
Mercedes Cebrián (2004)

Qué sorpresa encontrarme con Mercedes Cebrián.

El libro combina cuentos y poemas. Aunque yo soy más de prosa, también soy un lector comprensivo, así que me leí ambos. Y todos son irónicos, como para morirte de la risa y luego llorar. O viceversa. El caso es que me gustan, y por eso los traigo aquí (un momento, si yo soy más de relatos, ¿por qué he colgado un poema?).

Ya he regalado dos ejemplares.