Archivo mensual: febrero 2011

Michel Houellebecq – Todos estamos interpelados

Mi propósito no es hechizarte con sutiles observaciones psicológicas. No ambiciono arrancarte aplausos con mi sutileza y mi sentido del humor. Hay autores que ponen su talento al servicio de la delicada descripción de distintos estados de ánimo, rasgos de carácter, etc. Que no me cuenten entre ellos. Toda esa acumulación de detalles realistas, que supuestamente esboza personajes netamente diferenciados, siempre me ha parecido, perdón por decirlo, una pura chorrada. Daniel, que es amigo de Herve pero que siente algunas reticencias respecto a Gerard. El fantasma de Paul, que se encarna en Virginia, el viaje a Venecia de mi prima…, así nos podríamos pasar horas. Lo mismo podríamos observar a los cangrejos que se pisotean dentro de un tarro (para eso basta con ir a una marisquería). Por otra parte, frecuento poco a los seres humanos.
Al contrario, para alcanzar el objetivo que me propongo, mucho más filosófico, tengo que podar. Simplificar. Destruir, uno por uno, multitud de detalles. Además, me ayudará el simple juego del movimiento histórico. El mundo se uniformiza ante nuestros ojos; los medios de comunicación progresan; el interior de los apartamentos se enriquece con nuevos equipamientos.Las relaciones humanas se vuelven progresivamente imposibles, lo cual reduce otro tanto la cantidad de anécdotas de las que se compone una vida. Y poco a poco aparece el rostro de la muerte, en todo su esplendor. Se anuncia el tercer milenio.

Ampliación del campo de batalla
Michel Houellebecq

Alguna vez me han dicho que escribo de forma parecida a Michel Houellebecq. Creo que no es cierto, pero me hace mucha ilusión. Por varios motivos. De entrada, siempre me hace seguidor de su particular forma de ver la vida; y además no conoce el concepto de lo políticamente correcto, lo que lo hace más interesante. Pero no, no escribo tan bien. Me queda el consuelo de que yo parezco más majo.

Es curioso que mis dos primeras entradas literarias del renacido blog versen sobre Houellebecq, un autor que tiene entre sus principios una indisimulada ansia de destrucción. Casualmente la misma que tienen aquellos blogueros a los que critiqué en mi primer post. Es, pues, uno de mis retos saber por qué Houellebecq me parece un crack, y los blogueros malditos unos farsantes con ínfulas.

Una de las sensaciones más satisfactorias es leer esas cargas de profundidad que lanza contra la estructura de la sociedad actual. Cómo carga contra el consumismo, contra la búsqueda del éxito personal a través del reconocimiento social. Nosotros que leemos, que no tenemos grandes necesidades, seres evolucionados que hemos sabido salir del sistema que denunciamos, deberíamos leer a Houellebecq. Porque nos enseña que no es verdad que hayamos salido, que aún tenemos que intentarlo mucho. No son solo los ricos, los poseedores del capital, o los malvados empresarios los causantes de los males del mundo. Somos nosotros quienes fomentamos esta sociedad. Tú y yo, esos miserables.

Leer Ampliación del campo de batalla es reconocer que formas parte de la burguesía malvada contra la que luchas, que todos tus actos están encaminados a medrar en la sociedad del consumismo.

¿Que no? A mí me gusta cómo me queda esa camiseta y tomarme dos cervezas de vez en cuando, pero no lo asocio con ninguna forma de competencia empresarial, o con ningún gen intrínsecamente malo que me configure. Tampoco creo que colabore a hundir el mundo mi afición por escribir un blog o comprar un día comida más apetitosa.

Pero Houellebecq demuestra que sí, que yo también soy digno de vergüenza. Con esa facilidad que tiene para hacer un totum revolutum con la vida y las ideas, con esa sencillez para contar las cosas de otra manera; consigue que me arrepienta de casi todas mis acciones cotidianas. Consigue ampliar el campo de batalla desde el mundo empresarial donde yo lo tenía confinado, hasta colocarme en la línea del frente.

Y tras sentirme interpelado y querer refutar sus ideas me doy cuenta de que no es posible. De que me ha convertido tan crítico como antes, pero mucho más autocrítico. Que sabemos que no es lo mismo. Después de leerlo sé que volveré a caer en todas las cosas que hago mal, que volveré a pelear en esos campos de batalla que yo creía ajenos. Pero ahora por lo menos lo haré sabiendo quién soy y lo que estoy haciendo. Y podré perder, entonces, sin creer que me he dejado una parte de mi vida en esa lucha.

Y eso es bueno.

Ampliación del campo de batalla es una lectura apta para quien quiera remover los pilares sobre los que cree que vive. También sé de otros que nunca se lo leerían. Pero se lo voy a recomendar, por si acaso. No se lo pierdan:

– Discutidores de barra de bar
– Blogueros incendiarios
– Escritores noveles que pretendan glosar los grandes sentimientos
– Los amantes de lo políticamente correcto

Creo que, después de escribir esta entrada, acabo de entender por qué Houellebecq me gusta y los blogueros incendiarios me ponen nervioso.

El jueves subiré una de las entradas de mi viejo blog. Hablaba de La posibilidad de una isla, el último libro de Houellebecq editado en español, de 2005. Hoy hablo del primero que escribió, Ampliación del campo de batalla, otro monstruo narrativo y destructor de conciencias acomodadas. Con el tiempo me gustará comentar aquí PlataformaLas partículas elementales, pero hay que dejarlos reposar y que me peguen todo el golpe que me merezco. Empiezo, pues.

y III. Los mandamientos

SénecaLos lugares por donde se nos llama son escarpados y peligrosos. ¿Y qué? ¿Se llega a las alturas a pie llano?

Y ni siquiera son tan abruptos como algunos creen. Solamente la primera parte tiene rocas y piedras y apariencia de inviable, tal como muchos caminos que cuando se miran de lejos suelen parecer cortados y tortuosos. Porque la lejanía engaña a la vista y después, cuando uno se aproxima, las cosas que el error de la vista había acumulado hasta hacerles formar una sola imagen se destacan poco a poco; entonces lo que se les aparecía como precipicios, debido a la distancia, se transforma en ligeras pendientes.

Séneca
Diálogos, «Sobre la firmeza del sabio»

Ha quedado dicho, entonces: vuelvo para hacer lo mismo que hacía antes. Bueno, con algún pequeño cambio: me he mudado de plataforma -me gusta la pinta y las posibilidades ofrece WordPress-, y tengo más experiencia en esto.

Pero para no pecar de confianza excesiva (ahora que me creo con experiencia tengo más riesgo), hago públicos los cinco mandamientos que, espero, me evitarán recaer en los errores que acabaron con el viejo proyecto:

  1. Me obligo a comentar, al menos, cada quince días.
  2. Trataré de hablar sobre cosas que traigan los libros nuevos. Cuando digo nuevos quiero decir novedosos, actuales, literatura de la que se hace en el siglo XXI, preferentemente. Solo tendrán cabida libros anteriores a 1985 si son considerados grandes clásicos.
  3. Me obligo a prestar más atención a los libros de relatos. Ya me siento capaz de decir algo interesante sobre ellos.
  4. Me obligo a revisionar viejas entradas que aparecieron en el antiguo blog. Algunas de ellas fueron muy apreciadas por la crítica, y otras creo que merecían mayor aprecio. Reeditaré algunas de ellas, añadiendo y modificando para aportar algo de mi crecimiento personal. Lo que no quitaré son los comentarios que hicisteis en su momento. Fue un lujo recibirlos.
  5. Me obligo a combinar entradas ligeras con tostones de los habituales; a comentar todo aquello que me parezca un hallazgo teórico, histórico, literario o aberrante.
  6. Me comprometo a seguir opinando sobre la actualidad como si yo fuera alguien importante, que para algo este es mi hueco de lanzar ideas al mundo.
  7. Y, por último, me comprometo a escribir lo que me dé la gana después de haberlo pensado un poquito.

Bienvenidos de nuevo al blog. Estáis en vuestra casa.

II. Escribir sobre libros y disfrutarlos más

Entrada donde continúo justificando mi vuelta al ruedo de los blogs. Como si hiciera falta.

Mi viejo blog llevaba dos años en activo y murió hace unas semanas.

Creo que no me he explicado bien: mi blog no murió, lo dejé morir. Y eso estuvo mal.

El antiguo Vividor de otras vidas fue mi diario de viaje literario. En él recogí los libros que leía, los de hacía meses que había leído, los que releía y los que decía que releía pero realmente solo había ojeado en diagonal. En fin, trabajé y me esforcé en reflexionar, escribir y reescribir sobre los libros que me apetecía recordar.

Y pronto me di cuenta de que los libros eran mejores cuando los llevaba al blog. Leerlos había sido provechoso, llevaba toda la vida haciéndolo; pero reflexionarlos, escribir y reescribir sobre ellos los llevaba a otra dimensión en cuanto a profundidad y detalle. El blog, con este enriquecer mis lecturas, me recompensaba el esfuerzo de la mejor forma imaginable.

Sobre los comentarios

Pero, además, mi diario de viaje literario se veía en internet. A diferencia de todo lo demás que he escrito, que se ha quedado en el cajón o ha salido a ojos de personas muy cercanas, el blog era visto por gente de todas partes del mundo. Desde que puse el contador de visitas hasta que murió, el antiguo Vividor de otras vidas alcanzó algo más de 33.000 visitas, y en los meses de más actividad se llegaron a superar las 3.000.

No sé cuántos de esos 33.000 pinchazos leyeron lo que allí ponía, quizás fueron visitas que llegaron por error -me consta que muchas fueron así-, pero sé que en más de 500 ocasiones alguien se sintió interpelado con lo que yo escribía, redactó un comentario, y lo envió. Así de fácil. Así de importante. Esa acción tan simple convertía lo que yo había escrito en algo valioso, aunque solo fuera para mí mismo. ¡El antiguo blog recibió más de 500 comentarios, casi todos de personas a quienes no conozco! Se trata del proyecto en el que más energía y corazón he puesto y, sin duda, el que más satisfacciones me ha regalado.

Razones hay, vemos, para volver al blog. Quizás la más importante sea la que dijo en su día Federico García Lorca«Escribo para que me quieran».

¿Por qué vuelvo?

Además, recuerdo el final de L’Education sentimentale. Frédéric y su compañero Deslauriers vuelven la vista atrás para contemplar sus vidas. Su último y favorito recuerdo es el de una visita a un burdel realizada hace muchos años, cuando ambos eran todavía unos colegiales. Habían trazado con todo detalle el plan de la excursión, se hicieron rizar el pelo especialmente para ese acontecimiento, e incluso robaron flores para regalárselas a las chicas. Pero cuando llegaron al burdel Frédéric se puso nervioso, y los dos huyeron corriendo de allí. Así fue el mejor día de sus vidas. ¿No será que la forma más segura de placer, nos dice implícitamente Flaubert, es el placer de la ilusión? ¿Acaso hay alguien que necesite irrumpir en el desolado desván del incumplimiento?

El loro de Flaubert
Julian Barnes

¿Alguien ha conocido ese placer de la ilusión? Quiero decir, ¿alguien ha esperado con ansia la llegada de un acontecimiento y, cuando por fin ocurría, se sentía algo parecido a la desolación?

Bien, pues ya es realidad: he vuelto.

Y ya me he arrepentido.


La justificación

En estos meses de discreta actividad he observado una proliferación de blogs editados por personas individuales que se quieren mucho. Hablo de gentes que lanzan lo primero que se les ocurre al ciberespacio. Generalmente son arrebatos de furia, pero pueden ser descubrimientos sibaritas o análisis de coyuntura. Como si al ciberespacio le importaran. Siempre se creen con una personalidad que hace que sus ideas estén en ellos desde la infancia, pues tienen tanta razón que nunca cambiarían.

¿Alguien ha leído a algún gran pensador decir que sus ideas se le ocurrieron de forma repentina? Porque estos blogueros pretenden imitarlos con solo utilizar su tono, pero no saben nada del trabajo. Creen que tienen un don y pasan de la reflexión.

Trataré de definirlos como lo harían ellos mismos:

«Soy interesante, inteligente y no tengo pelos en la lengua. Poseo una agudeza natural que me permite encontrar aquellos recónditos detalles que hacen de mi rutina un festival del hallazgo. Además, mi innata intuición me permite inducir el todo por la suma de sus partes, gracias a lo cual desentraño sin error las normas ocultas que rigen el mundo. Como narrador, soy certero y hábil con el lenguaje, cuento con un léxico inabarcable y lo expongo de la forma cruenta y descarnada que es necesaria para glosar la puta vida. Por suerte, soy una persona humilde y no me defino así, pero es tan evidente que no puedo remediar que se acabe notando.»

Antes había muchos blogs que abanderaban esta suerte de solipsismo -a grandes rasgos, creencia de que si el mundo existees gracias a que yo lo percibo-, pero con el tiempo ha ocurrido una especie de invasión silenciosa, una plaga que visualizo en constante crecimiento, como esos documentales sobre la multiplicación celular -mitosis, creo que se llamaba-. Si han leído el relato de Roberto ArltLa ola de perfume verde -lo pongo para que lo lean-saben de qué hablo.

¿De verdad queremos leer a esos egos depresivos cansados de este mundo, a aquellos que se creen que su vida interesa a los demás? ¿Amamos la paranoia hasta el extremo de engrandecer a aquellos que se piensan constantemente, que se lamentan del mundo que les ha tocado vivir, que desprecian a sus iguales -o sea, nosotros- de una forma tan poco elegante? Más preguntas: ¿de verdad no se dan cuenta de que les hemos pillado, que sabemos que todo es una pose para tratar de ser admirados por nosotros? Y lo más importante de todo: ¿el próximo que vaya a lanzar un blog así de perspicaz será incapaz de deducir que son demasiados los vaciados que se han hecho del mismo molde?

Pero busquemos algo positivo

Lo hay. Aunque creo que son minoría los blogs que parten del trabajo, de la reflexión o de la ilusión, alguno hay. Son esos en los que se nota que el autor pretende hacer un mundo mejor  -sí, es un tópico, pero no se me ocurre ninguna manera mejor de decirlo-.

Me gustaría poner algunos de los blogs que incluyo en esta definición. Son algunos de los que con más gusto leo, y sobre todo algunos de cuya existencia estoy más agradecido. Pero serían demasiados. Bueno, qué coño, ahí voy con cinco de mis preferidos. Mezclo churras con merinas y su elección no atiende a ningún criterio explicable. Pero este es mi blog. Y una de las características de mi blog es que las razones por que se eligen sus contenidos son tan personales como patéticas. Espero que no se ofendan los ausentes. Espero que tampoco lo hagan los presentes:

– Jorge Carrión – Porque sabe mucho y cuenta más.
– El lento ahora – Más que por su blog, que mola, lo pongo por haber hecho posible esto otro: – Bajo un cielo abierto
– El economista humilde – Por la ilusión y porque el tema me parece imprescindible. Bueno, también por haberse convertido en la patada que me hacía falta para renacer el blog.
– El síndrome Chéjov – Porque me gustan los relatos y aquí aprendo de ellos.
– Guk, sobre periodismo y más – Por hacerme ver que se puede comunicar y obtener satisfacciones.

Y he aquí otra de las razones por las que vuelvo: algún día me gustaría aparecer en una lista de este estilo: aleatoria, simple, poco reflexionada, más de impulso que de convicción. Lo digo porque ya no me creo las oficiales y porque, qué coño, tiene que dar algo de felicidad que un ser humano individual te tome como ejemplo de algo bueno, por muy indefinible que sea.

También hay otra razón para volver, y es que una de las cosas que más me gustan es hablar de literatura. No estoy seguro de saber mucho del tema, por lo menos no en un porcentaje suficiente como para alardear de ello; pero me encanta compartir todo lo que aprendo. Si queréis encontrar a alguien que sepa de verdad de esto, algunos están en la lista de arriba, y otros linkados a la derecha.

PD. Esta digresión inicial es para matar la necesidad de exhibicionismo on line que llevamos todos dentro. Una vez me he erigido en salvador de todo el ciberespacio recupero la autocrítica y me meto las ganas de destrucción por el orto.

PD. 2. Por cierto, si alguien se ha dado por aludido agradeceré me envíe muchos comentarios ingeniosos que conviertan mi blog en un lugar polémico y molón.