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Madrid descrito por Quevedo

«Lo primero ha de saber que en la corte hay siempre el más necio y el más sabio, más rico y más pobre, y los extremos de todas las cosas; que disimula los malos y esconde los buenos, y que en ella hay unos géneros de gentes como yo, que no se les conoce raíz ni mueble, ni otra cepa de la que descienden los tales. Entre nosotros nos diferenciamos con diferentes nombres; unos nos llamamos caballeros hebenes; otros, güeros, chanflones, chirles, traspillados y caninos.Es nuestra abogada la industria; pagamos las más veces los estómagos de vacío, que es gran trabajo traer la comida en manos ajenas. Somos susto de los banquetes, polilla de los bodegones y convidados por fuerza. Sustentámonos así del aire, y andamos contentos. Somos gente que comemos un puerro, y representamos un capón. Entrará uno a visitarnos en nuestras casas, y hallará nuestros aposentos llenos de güesos de carnero y aves, mondaduras de frutas, la puerta embarazada con plumas y pellejos de gazapos; todo lo cual cogemos de parte de noche por el pueblo, para honrarnos con ello de día. Reñimos en entrando el huésped: -“¿Es posible que no he de ser yo poderoso para que barra esa moza? Perdone v. M., que han comido aquí unos amigos, y estos criados…”, etc. Quien no nos conoce cree que es así, y pasa por convite.»

Francisco de Quevedo
La vida del Buscón (1608)


Así vio uno de los personajes de Quevedo a la capital, Madrid, hace 400 años. También las tretas de los pillos para sobrevivir en la villa.

¿Ha cambiado algo en cuatro siglos?

Cómo se echa de menos Madrid.