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Y ahora, un juego

1. No volverán a escribirse novelas en las que un grupo de personas, aislado por las circunstancias, regrese a la «condición natural» del hombre, vuelvan a ser criaturas esenciales, pobres, desnudas, armadas de horcas. Lo máximo que se permite escribir es un relato muy breve, el último del género, el tapón de la botella. Yo mismo lo escribiré. Un grupo de viajeros naufraga, o sufre un accidente de aviación, en algún lugar, seguro que será una isla. uno de ellos, un tipo fuerte, alto, antipático, tiene un arma de fuego. Obliga a todos los demás a vivir en unos pozos de arena cavados por ellos mismos. De vez en cuando saca a uno de sus prisioneros, le mata de un disparo, y se lo come. La carne sabe bien, y el hombre va engordando. Después de haber matado y haberse comido a su último prisionero, empieza a preocuparse porque no sabe qué va a comer a partir de ese momento; pero por fortuna llega un hidroavión y le rescata. Luego cuenta al mundo que él fue el único superviviente del desastre inicial, y que ha sobrevivido comiendo bayas, hojas y raíces. El mundo se queda maravillado ante su magnífico estado de salud, y en los escaparates de tiendas de comida para vegetarianos colocan carteles con una foto de él. Jamás se llega a averiguar lo que hizo en la isla.

Ya ve lo fácil que es escribir, lo divertido que resulta. Por eso prohibiría este género.

2. No se escribirán más novelas sobre el incesto. No, ni siquiera las de muy mal gusto.

3. No habrá más novelas cuya acción se desarrolle n los mataderos. Admito que, de momento, éste es un género sin importancia; pero me he fijado en que recientemente está aumentando la utilización de los mataderos en los relatos breves. Hay que cortar de raíz esta tendencia.

4. Habrá que establecer una prohibición, durante veinte años, para toda novela que ocurra en Oxford o Cambridge, y una prohibición de diez años para toda la narrativa universitaria de los demás tipos. No se prohibirá la narrativa cuya acción se desarrolle en los institutos de formación profesional (pero no habrá subsidios que la fomenten). No se prohibirán las novelas cuya acción ocurra en las escuelas primarias, pero se prohibirá durante diez años las de las escuelas secndarias. Prohibición parcial para las novelas de maduración (se permitirá una solamente por autor). Prohibición parcial para las novelas escritas en presente histórico (también en este caso, se autorizará una por autor). Habrá una prohibición total para las novelas en las que el principal personaje sea un periodista o un presentador de televisión.

5. Se creará un sistema de contingentación para las novelas cuya acción se desarrolle en Sudamérica. Con esta medida se pretende poner freno a la epidemia de barroquismo de viajes todo-incluido y de ironía gruesa. Ah, la propincuidad de la vida barata y los principios caros, de la religión y el bandidaje, del honor sorprendente y la crueldad fortuita. Ah, el pájaro daiquiri que incuba sus huevos bajo el ala; ah, el árbol fredona, cuyas raíces crecen en las puntas de sus ramas, y cuyas fibras le permiten al jorobado dejar telepáticamente embarazada a la altiva esposa del dueño de la hacienda; ah, el teatro de la ópera completamente invadido por la vegetación selvática. Permítame el lector que dé unos golpecitos a la mesa y que diga «¡El siguiente!» Para las novelas cuya acción se desarrolle en el Ártico o en el Antártico se crearán unas becas de desarrollo.

6a. Prohibición para las escenas en las que ocurre una relación carnal entre un ser humano y un animal. La mujer y la marsopa, por ejemplo, cuya tierna cópula simboliza una plena reparación de los tenues hilos de telaraña que antiguamente vinculaban entre sí, de forma maravillosamente pacífica, a todos los seres vivos. De eso nada.
b. Nada de escenas en las que la relación carnal se desarrolla entre hombre y mujer (a la manera marsupial, podríamos decir) en la ducha. Lo digo por motivos en principio estéticos, pero también facultativos.

7. Prohibidas las novelas que traten de pequeñas, y hasta ahora olvidadas, guerras en los confines del Imperio Británico, a lo largo de cuyo detallado desarrollo nos enteramos de que, en primer lugar, el británico medio es un ser malvado; y, en segundo, que la guerra es un asunto verdaderamente horrible.

8. Prohibidas las novelas en las que el narrador, o cualquiera de los personajes, sea identificado simplemente por la letra inicial. ¡Todavía hay quien lo sigue haciendo!

9. No se permitirá que se escriban novelas que en realidad tratan de otras novelas. Se prohibirán las «versiones modernas», las reelaboraciones, las secuelas y las precuelas. Quedarán prohibidos los finales imaginativos de las novelas que su autor dejó sin terminar a su muerte. En lugar de eso, se les proporcionará a todos los escritores un dechado de lanas de colores, para que lo cuelguen en la repisa de su chimenea. Y que dirá lo siguiente: Que cada cual teja su propia labor.

10. Habrá una prohibición de veinte años para el tema de Dios; mejor dicho, para toda utilización alegórica, metafórica, alusiva, entre bastidores, imprecisa y ambigua de Dios. El jardinero barbudo que se pasa el día cuidando el manzano; el sabio y el viejo lobo de mar que jamás se precipita a la hora de emitir juicios; el personaje al que se nos presenta sólo a medias, pero que a la altura del Capítulo cuarto ya nos empieza a dar escalofríos… Todos ellos tendrán que quedar encerrados en el armario. Sólo se permite la aparición de Dios en forma de una divinidad verificable que se enfada lo suyo ante las transgresiones humanas.

El loro de Flaubert
Julian Barnes

Os planteo una encuesta: ¿qué libros prohibiríais vosotros?

¿Por qué vuelvo?

Además, recuerdo el final de L’Education sentimentale. Frédéric y su compañero Deslauriers vuelven la vista atrás para contemplar sus vidas. Su último y favorito recuerdo es el de una visita a un burdel realizada hace muchos años, cuando ambos eran todavía unos colegiales. Habían trazado con todo detalle el plan de la excursión, se hicieron rizar el pelo especialmente para ese acontecimiento, e incluso robaron flores para regalárselas a las chicas. Pero cuando llegaron al burdel Frédéric se puso nervioso, y los dos huyeron corriendo de allí. Así fue el mejor día de sus vidas. ¿No será que la forma más segura de placer, nos dice implícitamente Flaubert, es el placer de la ilusión? ¿Acaso hay alguien que necesite irrumpir en el desolado desván del incumplimiento?

El loro de Flaubert
Julian Barnes

¿Alguien ha conocido ese placer de la ilusión? Quiero decir, ¿alguien ha esperado con ansia la llegada de un acontecimiento y, cuando por fin ocurría, se sentía algo parecido a la desolación?

Bien, pues ya es realidad: he vuelto.

Y ya me he arrepentido.


La justificación

En estos meses de discreta actividad he observado una proliferación de blogs editados por personas individuales que se quieren mucho. Hablo de gentes que lanzan lo primero que se les ocurre al ciberespacio. Generalmente son arrebatos de furia, pero pueden ser descubrimientos sibaritas o análisis de coyuntura. Como si al ciberespacio le importaran. Siempre se creen con una personalidad que hace que sus ideas estén en ellos desde la infancia, pues tienen tanta razón que nunca cambiarían.

¿Alguien ha leído a algún gran pensador decir que sus ideas se le ocurrieron de forma repentina? Porque estos blogueros pretenden imitarlos con solo utilizar su tono, pero no saben nada del trabajo. Creen que tienen un don y pasan de la reflexión.

Trataré de definirlos como lo harían ellos mismos:

«Soy interesante, inteligente y no tengo pelos en la lengua. Poseo una agudeza natural que me permite encontrar aquellos recónditos detalles que hacen de mi rutina un festival del hallazgo. Además, mi innata intuición me permite inducir el todo por la suma de sus partes, gracias a lo cual desentraño sin error las normas ocultas que rigen el mundo. Como narrador, soy certero y hábil con el lenguaje, cuento con un léxico inabarcable y lo expongo de la forma cruenta y descarnada que es necesaria para glosar la puta vida. Por suerte, soy una persona humilde y no me defino así, pero es tan evidente que no puedo remediar que se acabe notando.»

Antes había muchos blogs que abanderaban esta suerte de solipsismo -a grandes rasgos, creencia de que si el mundo existees gracias a que yo lo percibo-, pero con el tiempo ha ocurrido una especie de invasión silenciosa, una plaga que visualizo en constante crecimiento, como esos documentales sobre la multiplicación celular -mitosis, creo que se llamaba-. Si han leído el relato de Roberto ArltLa ola de perfume verde -lo pongo para que lo lean-saben de qué hablo.

¿De verdad queremos leer a esos egos depresivos cansados de este mundo, a aquellos que se creen que su vida interesa a los demás? ¿Amamos la paranoia hasta el extremo de engrandecer a aquellos que se piensan constantemente, que se lamentan del mundo que les ha tocado vivir, que desprecian a sus iguales -o sea, nosotros- de una forma tan poco elegante? Más preguntas: ¿de verdad no se dan cuenta de que les hemos pillado, que sabemos que todo es una pose para tratar de ser admirados por nosotros? Y lo más importante de todo: ¿el próximo que vaya a lanzar un blog así de perspicaz será incapaz de deducir que son demasiados los vaciados que se han hecho del mismo molde?

Pero busquemos algo positivo

Lo hay. Aunque creo que son minoría los blogs que parten del trabajo, de la reflexión o de la ilusión, alguno hay. Son esos en los que se nota que el autor pretende hacer un mundo mejor  -sí, es un tópico, pero no se me ocurre ninguna manera mejor de decirlo-.

Me gustaría poner algunos de los blogs que incluyo en esta definición. Son algunos de los que con más gusto leo, y sobre todo algunos de cuya existencia estoy más agradecido. Pero serían demasiados. Bueno, qué coño, ahí voy con cinco de mis preferidos. Mezclo churras con merinas y su elección no atiende a ningún criterio explicable. Pero este es mi blog. Y una de las características de mi blog es que las razones por que se eligen sus contenidos son tan personales como patéticas. Espero que no se ofendan los ausentes. Espero que tampoco lo hagan los presentes:

– Jorge Carrión – Porque sabe mucho y cuenta más.
– El lento ahora – Más que por su blog, que mola, lo pongo por haber hecho posible esto otro: – Bajo un cielo abierto
– El economista humilde – Por la ilusión y porque el tema me parece imprescindible. Bueno, también por haberse convertido en la patada que me hacía falta para renacer el blog.
– El síndrome Chéjov – Porque me gustan los relatos y aquí aprendo de ellos.
– Guk, sobre periodismo y más – Por hacerme ver que se puede comunicar y obtener satisfacciones.

Y he aquí otra de las razones por las que vuelvo: algún día me gustaría aparecer en una lista de este estilo: aleatoria, simple, poco reflexionada, más de impulso que de convicción. Lo digo porque ya no me creo las oficiales y porque, qué coño, tiene que dar algo de felicidad que un ser humano individual te tome como ejemplo de algo bueno, por muy indefinible que sea.

También hay otra razón para volver, y es que una de las cosas que más me gustan es hablar de literatura. No estoy seguro de saber mucho del tema, por lo menos no en un porcentaje suficiente como para alardear de ello; pero me encanta compartir todo lo que aprendo. Si queréis encontrar a alguien que sepa de verdad de esto, algunos están en la lista de arriba, y otros linkados a la derecha.

PD. Esta digresión inicial es para matar la necesidad de exhibicionismo on line que llevamos todos dentro. Una vez me he erigido en salvador de todo el ciberespacio recupero la autocrítica y me meto las ganas de destrucción por el orto.

PD. 2. Por cierto, si alguien se ha dado por aludido agradeceré me envíe muchos comentarios ingeniosos que conviertan mi blog en un lugar polémico y molón.