Archivo de la categoría: Novela

Fréderic Beigbeder – La dedicatoria

El libro Socorro, perdón, de Fréderic Beigbeder tiene la siguiente dedicatoria:

¡A mí!

Así, literal. Con exclamaciones.

Supongo que no se refería a mí.

Vargas Llosa – Novela total

«A las dos semanas, en vez del apestoso plato de harina de maíz habitual, les trajeron al calabozo una olla con trozos de carne. Miguel Ángel Báez y Modesto se atragantaron, comiendo con las manos hasta hartarse. El carcelero volvió a entrar, poco después. Encaró a Báez Díaz: el general Ramfis Trujillo quería saber si no le daba asco comerse a su propio hijo. Desde el suelo, Miguel Ángel lo insultó: «Dile de mi parte a ese inmundo hijo de puta, que se trague la lengua y se envenene». El carcelero se echó a reír. Se fue y volvió, mostrándoles desde la puerta, una cabeza juvenil que tenía asida por los pelos. Miguel Ángel Báez Díaz murió horas después, en brazos de Modesto, de un ataque al corazón.»

La fiesta del chivo
Mario Vargas Llosa

Aprovecho una fiesta tan señalada, el 31 aniversario del último intento de golpe de estado en España (publiqué la entrada original en el viejo blog hace tres años, con lo que hablaba del 28 aniversario del golpe), para colar una de las novelas más apetitosas que me he leído y que tiene mucho que enseñar sobre lo que ocurre cuando gente más fuerte que culta consigue sodomizar a todo un país.

El último día del régimen del dictador Trujillo -República Dominicana- sirve de base para este monumental relato, alabado por la crítica como una de las grandes novelas del siglo. Lo que no se sabe bien es de qué siglo están hablando, ya que La fiesta del chivo apareció en el año 2000, a caballo entre la modernidad y la debacle.

Dicen los que saben de esto que La fiesta del chivo es heredera de Conversación en la catedral (1969), la obra que Vargas Llosa dijo que salvaría si sólo pudiera elegir una. En cuanto a la estructura, La fiesta del chivo comparte con aquella la gran cantidad de tramas que se entrecruzan. En favor de esta última hay que decir que el lector sabe en todo momento dónde se encuentra situado, algo que era más complicado en la de 1969. Para mí, esta característica tiene que ver con la madurez del escritor, que ha sabido encontrar el punto medio entre la accesibilidad y la buena literatura. Por contra, algunos miembros de esa elite cultural elevada inaccesible para los mortales se muestran decepcionados a causa de esta facilidad de lectura.

Si alguien no ha oído hablar del término Novela total que se atribuye al escritor peruano, aquí tiene el ejemplo más consistente para saber de qué se trata: una obra con tres líneas maestras que se entrecruzan, relato histórico, periodístico, documental, literatura pura en las ocasiones en que la historia lo requiere, momentos que se confunden con un ensayo, digresiones planteadas en boca de personajes…

Y la excusa para esta sinfonía literaria es Urania Cabral, la hija exiliada de uno de los hombres fuertes del despiadado régimen de Trujillo. A lo largo de las páginas, Cabral se convierte en un símbolo: la imagen del dolor que se puede generar cuando se supedita la condición humana a la jerarquía de un sistema político.

Enrique Rubio – La realidad es un juego sin PAUSE

Asunto: Asilos
De: aenima@xmail.com
Para: cascaradenuez@xmail.com
Estás dándole la papilla a tu anciana madre, senil, atragantándose y con hedor a heces por haber decidido postergar el cambio de pañales. Tu madre se ahoga con la papilla y las babas colganderas parecen lianas entre la cuchara y su boca, pero tú mientras tanto estás abstraída pensando en tener un hijo, tan ensimismada que le metes otra cucharada cuando no se ha tragado ni una gota de la balsa de triturado empantanado entre sus encías. Piensas en tu hijo como ese niño gracioso y tierno que esperarás a la puerta de la guardería y te llevarás de la mano a casa para que juegue y te dé el enternecedor dibujo del día: su familia. No piensas en ese momento en tu hijo agonizando recubierto de pellejo agrietado con verrugas y pelos negros y con las comisuras de los labios pastosas dejando caer de cuando en cuando dos hilillos de papilla de verdura. No te lo imaginas así y lo tienes justamente delante. No te imaginas a tu hijo postrado en una camilla dejando entrever su esqueleto a través de la piel. Generatriz borra de tu cabeza este posible pensamiento. Sólo piensas en ese muñequito rosado y cándido, espléndido, lleno de vida. Tienes oculta la otra cara. Quizá estés embarazada y no veas lo que tienes delante. Generatriz borra de tu mente la vejez y la muerte. La gente piensa en su futuro hijo como un niño eterno, o como un adolescente como mucho, o como un exitoso adulto joven emprendedor con un trabajo admirable. Nadie piensa en su futuro hijo como un anciano inválido. Sólo el Elegido piensa en su futuro hijo como un anciano quejumbroso y temeroso de la cuenta atrás. Sólo el Elegido piensa en su hijo como un vehículo esclavo de la transmisión genética.

Tengo una pistola
Enrique Rubio

Cascaradenuez lleva diez años encerrado en su piso del 4ºA. No se atreve a salir porque tartamudea y padece fobia social. Aunque estos son solo dos de sus múltiples males. Su trabajo consiste en crear cebos pornográficos para pajeros de todo el mundo. Vive rodeado de pantallas a través de las que se comunica con su amigo cibernético Ciria, descarga música y películas que nunca tendrá tiempo de disfrutar y, por la noche, se echa en la cama enredado en el cable de su ratón. Es entonces cuando sueña que forma parte de un juego de ordenador donde debe matar zombies por Manhattan.

Por el día, todo su contacto con el mundo exterior se reduce a su pantalla. Bueno, también es visitado en ocasiones por un psicólogo al que pagan sus padres, pero no puede decirse que le ayude mucho a solucionar sus problemas mentales. Sin duda, sería buena idea que el protagonista pusiera algo de su parte para ponerles remedio, pero la verdad es que no tiene muchas ganas de hacerlo.

Cascaradenuez compra por internet todo lo que necesita: ediciones especiales de discos que nunca se mueven de su estantería, zapatillas deportivas que apila en el armario, comida que sí come…

Un día, en un tetrabrick de leche, encuentra la siguiente pregunta:

¿Eres consciente de que llevas un excremento en tu interior?

A partir de entonces entra en contacto con algo parecido a una secta que tiene un ideal un tanto extraño: luchar contra lo que dicta nuestro código genético. Así de fácil. Ænima (el profeta con quien se comunica Cascaradenuez) dice que los humanos somos máquinas programadas por Generatriz. Que somos meros esclavos de nuestros genes y, por tanto, que hay que luchar contra ellos, vencer al programa.

Enrique Rubio aprovecha este estrambótico punto de partida para armar una adictiva novela cuyas páginas nos llevan por caminos cercanos a la ciencia ficción, en ocasiones; o al thriller psicológico, en otras. Pero toda la obra aparece inundada por reflexiones sobre las relaciones humanas que cuentan con un punto de elaboración superior al que se puede esperar de una primera novela.

Sus ideas se podrían equiparar a las de un autor maldito como Houellebecq, pero la manera en que las plasma es radicalmente otro: Tengo una pistola es una novela de ficción que pretende serlo: esto es, no se trata de una obra de autoficción donde un trasunto del escritor nos cuenta sus reflexiones (como haría Houellebecq), sino que presenta un relato ficticio del que se destila una visión del mundo.

Tengo una pistola sorprende. Sorprende la cantidad de hallazgos literarios que hay en sus páginas y la profundidad de sus razonamientos. Además, su lectura tiene un ritmo trepidante. Es de esas novelas que te persiguen en tu día a día, uno de esos libros que buscas cada vez que la vida te otorga un momento de tranquilidad.

Yo, qué más cabe decir, la disfruté muchísimo.

ATENCIÓN, ESPOILERS

Llamo la atención de los lectores porque, a partir de aquí revelo una parte de la historia que un futuro lector podría no querer saber. El que siga leyendo, que no diga que no le avisé:

Cascaradenuez consigue una pistola gracias a la secta de los elegidos, y esa pistola le hace sentirse seguro. Saber que en cualquier momento puede dispararse un tiro en la sien, y así poner fin a su sufrimiento, le proporciona el valor suficiente para salir de su búnker y enfrentarse a la realidad. De pronto, se da cuenta de una cosa:

La realidad es un juego sin PAUSE.

Y luego, observa. Imaginaos los términos en que analizaría el mundo alguien que, desde hace diez años, solo conoce los haces de luz que emite su pantalla:

Alta definición, al menos 1920×1080 píxeles. Rica en texturas y sin escatimar en polígonos. Los colores no son excesivamente brillantes ni vivos, sino naturales. Me muevo y no hay parones ni saltos en la imagen. Fluidez visual, por lo menos a 30 frames por segundo y 100 hertzios de tasa de refresco. Miro las líneas de los edificios, sin dientes de sierra, sin jaggies. La relación de contraste es al menos de 1200:1. Los efectos de antialiasing, mip mapping, bup mapping, environment mapping… son de última generación. Formato panorámico 16:9, más o menos, y un brillo de unos 520 cd/m2.

Esta simulación tan fidedigna era la realidad diez años atrás. Es el molde que utilizan los programadores para diseñarme los juegos con los que he estado alimentándome. La realidad se parece bastante a mis videojuegos. La realidad es bastante real. Está bien conseguida.

Philippe Claudel – La espera

 Amor mío:
Tus cartas se vuelven finas como papel de fumar, de tanto desplegarlas y plegarlas, leerlas y releerlas, llorar sobre ellas… Sufro, ¿sabes? El tiempo me parece un monstruo nacido para alejar a los que se aman y hacerles sufrir lo infinito. ¡Qué suerte tienen esas mujeres con las que me cruzo a diario, que no pasan más que unas horas separadas de sus maridos, y los niños de la escuela, que tienen a sus padres siempre cerca!

Almas Grises
Philippe Claudel

No se me ocurre manera más dulce de expresar la espera que el inicio de esta carta. «Sufro, ¿sabes?», escribe la profesora, espontánea, y yo me enamoro de ella. Muchas historias se desarrollan en el pueblecito francés que sirve de escenario a esta contundente novela. Un policía que va a ser padre, un fiscal atormentado, un alcalde, un juez enamoradizo y despótico… Infinidad de Almas grises que asoman su lado más oscuro mientras tratan de mantenerse al margen de la guerra que se desarrolla al otro lado de la colina.

La Primera Guerra Mundial, en ese otro lado, se lleva las vidas y las ilusiones de desconocidos a los que se espera. En ocasiones, cartas como la que se relata no llegan a su destino, y su intensidad se pierde en segundos. Como se apagan los fuegos artificiales de una feria de verano, allí en el negro de la noche. Para evitar el olvido, se agradece que alguien como Philippe Claudel escriba una novela tan delicada, desgarradora y humana como esta. Para que el recuerdo de estas chispeantes historias no se extinga en un instante, para que una carta como esta haga perdurar en el tiempo la memoria de todas ellas.

Frédéric Beigbeder – El de las frases célebres

Me llamo Octave y llevo ropa de APC. Soy publicista: eso es, contamino el universo. Soy el tío que os vende mierda. Que os hace soñar con esas cosas que nunca tendréis. Cielo eternamente azul, tías que nunca son feas, una felicidad perfecta, retocada con el Photoshop. Imágenes relamidas, músicas pegadizas. Cuando, a fuerza de ahorrar, logréis comprar el coche de vuestros sueños, el que lancé en mi última campaña, yo ya habré conseguido que esté pasado de moda. Os llevo tres temporadas de ventaja, y siempre me las apaño para que os sintáis frustrados. El Glamour es el país al que nunca se consigue llegar. Os drogo con novedad, y la ventaja de lo nuevo es que nunca lo es durante mucho tiempo. Siempre hay una nueva novedad para lograr que la anterior envejezca. Hacer que se os caiga la baba, ése es mi sacerdocio. En mi profesión nadie desea vuestra felicidad, porque la gente feliz no consume.

13,99 euros
Frédéric  Beigbeder

Me encanta la última idea de este párrafo: la gente feliz no consume. La verdad es que el libro es potente en cuanto a aforismos. Fijaos en este otro: La diferencia entre ricos y pobres es que los pobres venden droga para comprarse unas Nike, y los ricos venden sus Nike para comprar droga.

Os dejo un link a otras frases de Frédéric Beigbeder. La verdad es que son contundentes y parecen sabias. ¿Estaremos asistiendo al nacimiento del Tagore anticapitalista?

Félix de Azúa – Sobre la felicidad

Los padres destrozan a sus hijos haciéndoles felices; los amantes se destrozan entre sí haciéndose felices; los sabios se mantienen en una rigurosa ignorancia con el fin de hacer felices a los humanos; los poderosos explotan a los débiles para facilitarles la felicidad; y los artistas chapotean en ese delirio obsceno, buscando fragmentos en el mar de sangre, para exhibirlos en el museo con un cartelito que lleve su nombre.

¿Pero por qué? Esta pregunta no tiene respuesta. Sólo sabemos que nuestro significado está hoy escrito en términos históricos y que a la historia sólo pasan los criminales. Miles, millones de hombres y mujeres viven ochenta años sin pena ni gloria, y sin hacer demasiado daño; pero son insignificantes, NO NOS DICEN NADA. Llega, en cambio, un canalla, logra el dinero suficiente para matar a centenares de miles de hombres y tiene asegurado un lugar SIGNIFICATIVO en la historia de la humanidad.

La ciudad de Florencia es visitada anualmente por millones de turistas que la adoran. Pero esa ciudad es el resultado de la guerra, de la explotación, del crimen y la estafa. Una casa anónima, encalada y pobre, con su maceta de geranios, en el interior de Badajoz, carece de importancia; es anónima, forma parte del miserable bagaje de los PERDEDORES de este mundo. Sólo es histórica y significativa la ciudad construida sobre la sangre. A la historia sólo pasan los canallas. En la basílica de San Pedro muchos hombres y mujeres miraron con placer la nariz de la Virgen de Miguel Ángel, pero sólo uno le pegó de martillazos. Este será el que pase a la historia, éste es el significativo porque pone de manifiesto nuestra insignificancia mediante un gesto de loco.

Historia de un idiota contada por él mismo
Félix de Azúa (1986)

Me temo que va a ser difícil explicar que este libro me ha llenado de buen rollo.

J. M. Coetzee – ¿Por qué no escuchan?

Él no entiende por qué las ovejas aceptan su destino, por qué en lugar de rebelarse van dócilmente hacia la muerte. Si los antílopes saben que no hay nada peor en la tierra que caer en las manos de los hombres y luchan por escapar hasta el último aliento, ¿por qué son las ovejas tan estúpidas? Son animales, después de todo, poseen los finos instintos de los animales: ¿por qué no escuchan los últimos balidos de la víctima tras el cobertizo, olisquean su sangre y toman nota?

Infancia
J. M. Coetzee (1998)

Iban Zaldua – Dedicado a todos los patriotas

Mientras esperaba la orden de embarque, en la cafetería del aeropuerto, le dediqué un último vistazo a los periódicos. Amenazas contra un concejal del PP. Otra protesta contra la ilegalización de Batasuna. La enésima denuncia del presidente navarro contra las pretensiones «colonizadoras» de las autoridades nacionalistas de la Comunidad Autónoma Vasca. Más datos descorazonadores sobre el uso del euskera en los análisis de la última encuesta sociolingüística. Un accidente de trabajo -mortal- en Andoain. Ibarretxe pidiendo calma en torno al plan que lleva su nombre. La Audiencia Nacional negándose, una vez más, a investigar una denuncia de torturas. Los últimos detalles que se han hecho públicos en el caso de corrupción de la Hacienda de la Diputación de Guipúzcoa. Pronto le diría adiós a todo eso, y estaba contento. Más que contento.

La patria de todos los vascos
Iban Zaldua

Fue Jorge Carrión quien, en un taller literario que impartió hace algún tiempo, me hizo una pregunta tan oportuna como dolorosa: “¿Aquí tenéis la política muy presente, no?”

Cierto, Jorge, tenemos la política muy presente. Incluso quienes como yo ansiamos quitárnosla de encima.

Pero es imposible. Unos, los que dicen defender la legalidad, nos destrozan la familia y el entorno. Con un aparato mediático imparable detienen a jóvenes inocentes y lo venden como un triunfo de su rentable lucha contra el terror. Otros, en su anacrónica guerra contra lo que denominan un estado fascista, pretenden formar otro país con otro nombre. Un estado mejor, dicen, como si existieran los estados buenos. En medio, los demás recibimos palos en 360 grados, y perdemos el tiempo buscando soluciones. Toda argumentación se pierde entre discursos huecos y viscerales donde el odio ha desplazado a la razón.

Y a veces nos vemos obligados a inventar lugares tranquilos donde se hable de cosas importantes, lugares donde se sepa quitar hierro a los problemas. Pero sólo encontramos respiro en la imaginación. Soñamos con querer huir de casa, bien lejos, largarnos a un sitio donde pensar en cosas que nos sean cercanas. Olvidar patrias, opresores y oprimidos, debates estériles sobre sentimientos diferenciadores o unificadores, y poder dedicarnos a algo que nos toque la fibra y nos mueva. Que esto de siempre ya no nos mueve.

El libro de Iban Zaldua, La patria de todos los vascos, trata sobre eso: sobre una huida de un país en que nadie valora más discurso que el suyo propio.

Pero, sobre todo, le he hecho al profesor Anderson la pregunta crucial: si hay algún vasco, o alguna casa vasca en Anchorage, porque precisamente en función de eso decidiré al fin si me marcho o no a Alaska -esto último, claro está, ni se me ha ocurrido confesárselo: se lo he soltado como de pasada, como si no tuviera mucha importancia-. También esta vez me ha contestado con rapidez: «por desgracia» no hay ninguna casa o asociación vasca en Anchorage y tampoco, que él sepa, ninguna persona de ascendencia vasca . Cuando empezó a interesarse por Euskal Herria intentó encontrar vascos por aquellos parajes, pero aparte de una pareja de Boise que, por lo visto, emigró allí en los años sesenta -y regresó a Indiana en cuanto se jubiló-, no dio con la pista de nadie más y, por consiguiente, no pudo fundar ninguna asociación vasca en Anchorage, como era su intención -lo que, añade en su mensaje, es «una verdadera pena»-. A mí, la noticia, sin embargo, me alegra muchísimo, pues ese es mi sueño: no querría cruzarme con un solo vasco durante los seis meses que voy a pasar allí. No he hecho a Anderson partícipe de mi satisfacción, faltaría más. «Sí, es una lástima», le he contestado en mi siguiente e-mail.
Gracias a todos los dioses del cielo y de la tierra, el poeta estaba equivocado, y no hay un Basques’Harbour en cada puerto del mundo: ni siquiera una estrecha Rue des Basques. No en Anchorage, por lo menos.

Conocí a Iban Zaldua en la presentación del libro 22 escarabajos en Pamplona. No sabía que existía (Zaldua, no el libro), por eso me puse a buscar su nombre por internet y encontré artículos como este con los que me identifiqué desde el primer momento. Me gustó verle cómo trataba de extraer la víscera del juicio político y avanzar por otros caminos que hagan que acabe esta locura.

Por supuesto, su posición tiene críticas: las de todos aquellos que se aferran a las tesis de uno de los bandos. Últimamente, por estos lares, parece que solo hay de estos. Zaldua se sale de esta norma, y se ha convertido en uno de esos intelectuales independientes que reciben los insultos de ambos lados. Son acusados de equidistantes por unos, o de colaboracionistas por los otros. Yo lo considero de los míos. Bueno, él supongo que es un intelectual, yo prefiero mantenerme en el lugar de los aficionados, que es menos exigente. Lo que está claro es que ambos jugamos a no dejar de pensar.

Este libro nos ofrece un relato fantástico en que todas las ilusiones de los patriotas aparecen contempladas. Las de todos los patriotas. Lo consigue pese a que son, evidentemente, sueños excluyentes con su adversario. Y el resultado es descorazonador. Con una estrategia lógica a prueba de bombas nos demuestra que nada cambiará si no dejamos de discutir por a qué país pertenecemos. Porque esos sueños que monopolizan el debate político son sueños de plástico, y lo peor de todo es que están llenos de mala leche, estupidez y fascismo.

La polla records cantó, hace ya años, una frase que decía «un patriota, un idiota». Hoy la hago mía. Con todas sus consecuencias.

PD. Esta es una de las últimas entradas que apareció en el viejo blog. Todavía no habían pasado muchas de las cosas que, en relación con el manido problema vasco, han modificado el panorama. Y ya no son dos los bandos que practican la cerrazón y el patrioterismo. Ahora son unos los que mantienen una política de desargumentación para evitar los juicios lógicos, y los otros los que han dado una muestra de madurez inesperada.

Así que dedico este comentario a todos los nacionalistas españoles. Para que se den cuenta de quiénes son.

Y espero, además, que el 22-M se pueda votar a todas las ideologías, no solo a las que cuelan por su dogma de taberna.

Edgar Hilsenrath – Fuck you all

Por las noches soñaba con Mary Stone. Escuchaba sus palabras: «¡Quien cree en sí mismo tiene el mundo a sus pies!». -«Quien irradia amor es hermoso». -«El que ama no necesita mirarse al espejo para contarse las arrugas». -«Escoja al compañero adecuado, y no tendrá problemas de pareja». -«Deje pasar una o dos noches antes de tomar una decisión importante». -«Si le cuesta comunicarse, no le eche la culpa a los demás». -«Vista siempre bien». -«Intente comer sano». -«Evite todo tipo de estrés». -«Tenga en cuenta que la vida es corta». -«Si su coche le irrita, cámbielo, y si no le gusta su trabajo, búsquese otro». -«Al menos una vez al día, intente reírse con todas sus fuerzas». -«Vigile las buenas digestiones». -«Procure no fumar demasiado». -«Respire profundamente varias veces al día, incluso si está puesto el aparato de aire acondicionado». -«Cuando su estómago esté alterado, tranquilícelo con el método Mary Stone». -«Piense en algo bonito. Así no tendrá que tomar Alka-Seltzer». -«No titubee con su destino. Muéstrese alegre y sin miedo. Si alguna vez no le funciona, entonces piense en todas las pobres personas que no tienen la suerte de vivir -como usted- en este hermoso país. Dios quiere a América, porque América es su campo de labranza, un campo sagrado que recompensa a los hombre y mujeres de éxito con todo su amor. Si fracasa, no culpe a la tierra de Dios, sino a usted mismo. Pregúntese. ¿Qué me ocurre? ¿Dónde está la confianza en mí mismo? Aquí todos tenemos una oportunidad. Busque la llave del éxito en usted mismo. No se desanime. Pues está escrito: ¡Quien busca, encuentra!».

Fuck America
Edgar Hilsenrath

Me ha gustado Fuck America. La verdad es que era de esperar, pues venía avalado por mi librero, que rara vez falla. Pero aún y todo me he sorprendido. Intentaré explicar por qué.

Ya de entrada el título es, cuanto menos, impactante: Fuck America. Y además viene acompañado de una llamativa portada, con la chica-cíclope de piernas largas que levanta el dedo corazón enfundada en un vestido estampado de barras y estrellas. Una macarrada, vamos. El complemento perfecto para ese chico cultivado, rompedor y sin complejos que pretendo que vea el mundo en mí.

Así que me dispongo a cultivarme, y como lo primero es lo primero, me paseo por los lugares más concurridos de la ciudad. Trato de encontrarme con cuantos más conocidos, mejor, y enseño de forma casual la portada para que vean cómo molo. Tras una tarde de exhibicionismo puedo dar por cumplida la misión.

Una vez que he recibido toda la grandeza social esperable me aventuro a abrir sus páginas por si lo de dentro también merece la pena. Leo la biografía del autor: el señor Edgar Hilsenrath es un judío que sobrevivió al holocausto. Chachi.

Después leo la sinopsis, con el erudito fin de plantear un adecuado pacto de lectura. Dudo si pegarme un tiro.

¡El libro trata sobre un escritor judío que sobrevive al holocausto! ¡Qué original! ¡Mi librero me ha colado a otro tío cabrón amargado y lleno de odio que escribe OTRO libro sobre el tema más paginado de la humanidad!

Como no tengo nada más a mano, y me aburren los autobuses, empiezo a leerlo desde la última fila de asientos.

Al llegar a la parada, sigo leyendo mientras camino por la calle. Me la pego con dos farolas y con una señora que pasea a su perro. No saludo a mi vecina, la guapa. Rechazo un polvo con mi novia. Al día siguiente no quedan letras que meterse entre pecho y espalda y tengo sueño, pero estoy contento.

Como no he contado nada sobre el libro, sólo que me ha gustado, diré que Fuck America, pese a su título, es un libro muy positivo y buenrollista que anima a cualquiera a creer en la bondad del mundo. No hay más que ver el extracto que pongo arriba. ¿Que no os lo creéis?, aquí os dejo otro fragmento.

-¿Qué ocurre con los transportes?
-No mucho. La gente monta en el tren y toma una dirección.
– ¿Qué dirección?
-¡Aquélla! -me indicó.
-¿Todos en la misma dirección?
-Todos en la misma dirección.

Me dije: si todos van en la misma dirección, entonces todos llevan al mismo destino. Así que sólo tienes que esperar al próximo transporte de judíos. Te subes al tren con ellos y vas en busca de tu madre. En la misma dirección. La encontrarás así de fácil.
Y así fue: cuando llegó el siguiente convoy de judíos, me subí en el tren con ellos. Atrancaron las puertas y nos pusimos en marcha. Viajamos un día y una noche. Después llegamos al destino.

Las puertas se abrieron de par en par. Los soldados nos sacaron del vagón a golpe de látigo. Quería preguntarle a uno de ellos si había visto a mi madre, una mujer en una silla de ruedas, pero no tuve oportunidad. nos acosaban con perros que ladraban mientras atravesábamos la puerta del campo.
Como aparentaba ser más joven de lo que era, es decir, menos de catorce años, enseguida me destinaron a las cámaras de gas. Me obligaron a desnudarme y a ponerme en una larga fila frente a la cámara.

Nos apretaron en la cámara de gas. Cuando la puerta de la cámara de gas se cerró, le pregunté a un hombre que estaba detrás de mí: ¿ha visto usted por casualidad a mi madre, una mujer en una silla de ruedas?

Repetí mi pregunta. Pero en ese momento comenzó a faltarme el aire, empezamos a toser y nunca obtuve una respuesta.

Post data: recupero esta entrada sobre un libro que se publicó en España en 2010, gracias a Errata Naturae -aunque en Estados Unidos lo habían conocido desde 1980- por una razón concreta. El pasado martes, 15 de marzo, pasaron por el foro de Auzolan los editores de Errata Naturae (Rubén Hernández) y de Alpha Decay (Ana S. Pareja). El primero de ellos habló sobre todo de Fuck America. La otra chica, sobre todo, de Las teorías salvajes, libro que apareció aquí comentado el pasado lunes. Prometo, por cierto, contar algo sobre aquella charla, que fue muy interesante

Pola Oloixarac – Marchando una de teorías

Apenas puse mi pied-à terre supe que había olvidado alimentar a la pequeña Montaigne, que maulló con resentimiento al verme cruzar el recinto, enrarecido de oscuridad. Yorick, por su parte, había sobrevivido con éxito al apetito gatuno y nadaba tranquilo en su pecera. Me conmovía verlos. Tantos días sin ellos. Yorick flotó para recibir su alimento, que descendió entre burbujas, en cámara lenta. Para complacerlo, acerqué un espejo a la pecera. Inmediatamente Yorick se puso en guardia: se batiría en combate con el intruso, el otro pez, el forastero que nadaba frente a él. Lo dejé jugar un rato; cuando lo vi cansado, tapé el espejo y su reacción instantánea fue henchir un plumón rojísimo sobre la cabeza; el otro se había retirado, sí mismo había vencido. La conciencia individual es una función de la vanidad, cuyo rango clasifica las posibilidades de los cuerpos. Este axioma es verificable incluso en elementos típicamente apartados de los estudios psicopolíticos, como los animales de sangre fría, cuyos cerebros son miniaturas de las fases evolutivas pre-mamíferas.

Las teorías salvajes
Pola Oloixarac

En la lucha del pez contra sí mismo, Pola Oloixarac encuentra la excusa perfecta para soltar una teoría. Y ya van… Las teorías salvajes es un libro que hace honor a su título –Pero Grullo se sentiría orgulloso de mí-, y bombardea al lector con explicaciones que desentrañan las causas originarias, las esencias mismas de los acontecimientos que se suceden en el libro.

Un amigo mío hace lo mismo. Quiero decir que también teoriza sobre todo. Antes lo hacía solo cuando bebía cubatas, pero ahora es capaz de elaborar razonamientos profundos mientras pasea por un parque. Se hace difícil de seguir, porque sus digresiones se pierden en los orígenes del tiempo; y además es un poco lastimero ver cómo se contradice en la construcción de su propio razonamiento. Pero lo hace.

Con esto no quiero comparar a mi amigo con Pola. Pola teoriza en base a estudios y conocimientos, mientras mi amigo divaga en base a datos que le suenan. Por cierto, la llamo Pola porque me cuesta bastante pronunciar su apellido, y ya sé que esto es escrito y al final unas letras van tras otras, pero leer Oloixarac es difícil. Y punto.

Me gusta que Pola se enternezca con su pececito Yorick y que se apiade de su gata en ayunas. La hace humana, definición que parece extraña tras toda la batería de referencias de altura con que inunda los párrafos. Porque eso es lo que nos vamos a encontrar en Las teorías salvajes: referencias, teorías, conclusiones, causas y consecuencias, digresiones que aunan conceptos aparentemente inconectados… Vamos, que no es un libro fácil. Es barroco, dispara sin avisar y exige el máximo al lector. Si tenemos que elegir entre este y uno de Corín Tellado para leer en el autobús, cojamos el de Tellado. El de Pola es más para cazarlo con una taza de té, un buen rato libre y una libreta al lado.

En la actualidad, la revolución sexual ha recuperado el sentido original que le dio Copérnico. Copérnico escribió De revolurionibus orbium coelestium, el tratado de las revoluciones, significando con esto la manera fija, reiterada, inamovible, en que los planetas trazan sus itinerarios alrededor del sol. Nombre de lo estable y permanente por excelencia, la revolución tuvo en sus inicios el sentido etimológico y científico de un statu quo cósmico. Este sentido fuertemente conservador del término sólo se vio modificado posteriormente con el quilomberismo jacobino francés. La supuesta revolución sexual de los setenta es una falacia que sólo en la actualidad adquierre su verdadero sentido, esto es: la conservación como modalidad por excelencia del capitalismo. El sexo es un sistema estable de formas egoístas que giran alrededor del sol de la vanidad. El espíritu de intercambio de la promiscuidad propone una nueva versión del mito fundacional de la democracia: hacer el ejercicio de suponernos iguales debe, por definición, trascender las barreras de la actividad privada, las meras contingencias íntimas. Sólo ahora, despolitizada, despojada de zanahorias teleológicas, completamente fría y pura, la revolución sexual retoma el sentido verdadero de las revolutiones de Copérnico: el instinto conservador de la vanidad como triunfo estético y moral de la democracia.

Aquí, Pola demuestra no sólo que sabe mezclar épocas históricas, planos semánticos y habitaciones de la casa como si Ferrán Adrià tuviera que esferificar un erizo en la cocina de mi casa. Aquí demuestra que lo sabe hacer. Quiero decir, que pese a lo aventurado de sus premisas, sus conclusiones molan. ¿Acaso alguien había pensado en hacer una revisión etimológica del término “revolución” para explicar el fondo de la revolución sexual actual? Más aún: ¿a alguien se le habría ocurrido ligarlo con la crisis de la democracia? No, no me vengan con historias: no es fácil que se nos ocurra.

-Tío, vos no te enterás, es harto conocido que hace dos décadas un filósofo platense relisto hizo este razonamiento y…
-¿Y qué? Yo no me había enterado. Y déjame en paz, que estás en mi blog.
-Ché, sos sintácticamente cerril.
-No te pienso responder hasta que haya entendido lo que me has llamado.

No sé si os habéis fijado, pero el párrafo anterior (el de Pola, no esa conversación impostada) tiene mucho que ver con este de Michel Houellebecq que un tal Armando Pocacosa me coló hace una semana.

-Es inaudito, vos sos procaz, compararme con ese gabacho.
-Que me dejes acabar, leche. Y habla normal.

Al margen de que yo sea fan de Houellebecq y todo el que reafirme sus teorías me merezca gran crédito (yo, por ejemplo, las reafirmo muchas veces, pero no tengo credibilidad porque no lo pienso, solo lo creo con la fe que tenemos los modernos en los personajes raros); al margen de eso, digo, es interesante porque me hace intuir que son similares las conclusiones a las que llega todo aquel que guste de pensar sobre el mundo. Hala, acabo de hacer una teoría propia. Se me ha debido de pegar algo tras leer Las teorías salvajes.

Estos vaivenes son esenciales al plan. Debo provocarlo para que la furia y la fascinación lo dejen absolutamente ciego, y no pueda pensar. Entonces mis pensamientos se derramarán por los huecos sintácticos de lo que supone que es su voluntad, y no habrá salvación. No podrá escapar. Por ahora sólo ve la superficie de las aguas, su retrato de seductor en escena meciéndose con el vaivén; no sabe (no puede saber) que ese océano está hecho de caras, miles, mías (algunas de Augustus) riéndose de él. Ya escribe Sun Tzu: si tu oponente tiene un temperamento colérico, intenta irritarle. Si es arrogante, fomenta su narcisismo. Si se equivoca, no lo interrumpas (Napoleón). Tiene que venírseme encima, y yo acurrucarme y resistir. Debo hacerlo, aunque el asco me sofoque.

También mezcla a Napoleón y Sun Tzu. Estos parecen más próximos, por los menos pensaron mucho en la guerra. Y además sus enseñanzas son utilizadas en las escuelas de negocios. Que sí, que yo las conozco. Utilizan la estrategia de guerra para formar directivos de empresa. Lo que hace que esos jóvenes con corbata me inspiren aún más confianza. ¿Y entonces sus discursos buenrollistas, esos en que dicen que si no fuera por ellos todos nos iríamos a la mierda? No, no me atrevo a asegurar que esos discursos son utilizados como arma, no. Esos son ciertos.

Bueno, voy a terminar de hablar del libro de Pola, que divago con alegría. Y acabo con un último trozo en que me da la razón a mí. Que no quiere decir esto que ella haya visto mi blog ni nada de eso (por lo menos, todavía). Es más, ella lo escribió antes… pero vaya, que habla de los mismos a quienes odié en mi primer post. Quizás su redacción sea algo más aseada que la mía de entonces, pero será por detalles que no tienen por qué ser apreciados por todo el mundo.

Las provocaciones de Pabst mezclaban juicios lapidarios con referencias a películas, series de TV, gente con rostros incendiados, miscelánea pop de los 80-90, desnudistas, zombies, Bob Patiño, calamares gigantes y todo tipo de información irrelevante. Era escueto, categórico y siempre tenía razón. Internet proporcionaba un entorno donde los protocolos de asociación permitían disponer de control sobre la espontaneidad propia y ajena y, por lo tanto, de un instrumento social más evolucionado que la intemperie de las conductas crudas. Por violentas que fueran, las relaciones de Pabst con los demás semejaban una versión retorcida del cariño; a la larga, atención y desdén se confundían. Convivir con una dosis de desprecio era posible, quizás incluso saludable. Todos los actos transitaban la fina línea que separa la conducta espontánea de la performance; en el peor de los casos, siempre quedaba el consuelo equidistante de sentirse «incomprendido», lo que hermanaba al individuo con su linaje favorito de precursores: otros seres incomprendidos, sensibles, habitantes de películas, biografías de poetas malditos, etc. Hasta el mismo masoquismo anuncia la distinción del torturado. En aquel pantanoso camino a la existencia, cualquier niño/a podía acceder a una audiencia a cambio de volverse visible, y por lo tanto vulnerable.

PD. He decidido vencer la tentación de centrar la entrada en que Pola Oloixarac está buena. Y tan bien me ha salido que ni siquiera lo he comentado en todo el post. Lo digo porque cada vez que leo una reseña que hable sobre su novela, lo dicen. Y eso que yo pensaba que los listos solo hablaban de cultura. Pues no, también son humanos y, pese a todo su bagaje cultural y las miles de referencias que manejan a diario, son permeables a la belleza física y mundana. Eso sí, tras comentar el detalle inane de que es guapa dicen rápidamente que la novela es buenísima. Como si fuera una agradable casualidad la que hace que coincida novela buena con novelista cachonda. No, no como una casualidad: como si fuera una paradoja. Y no pienso poner foto. Si queréis, buscadla en Google.