Frédéric Beigbeder – El de las frases célebres

Me llamo Octave y llevo ropa de APC. Soy publicista: eso es, contamino el universo. Soy el tío que os vende mierda. Que os hace soñar con esas cosas que nunca tendréis. Cielo eternamente azul, tías que nunca son feas, una felicidad perfecta, retocada con el Photoshop. Imágenes relamidas, músicas pegadizas. Cuando, a fuerza de ahorrar, logréis comprar el coche de vuestros sueños, el que lancé en mi última campaña, yo ya habré conseguido que esté pasado de moda. Os llevo tres temporadas de ventaja, y siempre me las apaño para que os sintáis frustrados. El Glamour es el país al que nunca se consigue llegar. Os drogo con novedad, y la ventaja de lo nuevo es que nunca lo es durante mucho tiempo. Siempre hay una nueva novedad para lograr que la anterior envejezca. Hacer que se os caiga la baba, ése es mi sacerdocio. En mi profesión nadie desea vuestra felicidad, porque la gente feliz no consume.

13,99 euros
Frédéric  Beigbeder

Me encanta la última idea de este párrafo: la gente feliz no consume. La verdad es que el libro es potente en cuanto a aforismos. Fijaos en este otro: La diferencia entre ricos y pobres es que los pobres venden droga para comprarse unas Nike, y los ricos venden sus Nike para comprar droga.

Os dejo un link a otras frases de Frédéric Beigbeder. La verdad es que son contundentes y parecen sabias. ¿Estaremos asistiendo al nacimiento del Tagore anticapitalista?

Aldous Huxley – Error por defecto

Desde luego, no hay razón alguna para que el nuevo totalitarismo se parezca al antiguo. El gobierno, por medio de porras y piquetes de ejecución, hambre artificialmente provocada, encarcelamientos en masa y deportación también en masa no es solamente inhumano (a nadie, hoy día, le importa demasiado este hecho); se ha comprobado que es ineficaz, y en una época de tecnología avanzada la ineficacia es un pecado contra el Espíritu Santo. Un estado totalitario realmente eficaz sería aquel en el cual los jefes políticos todopoderosos y su ejército de colaboradores pudieran gobernar una población de esclavos sobre los cuales no fuese necesario ejercer coerción alguna por cuanto amarían su servidumbre. Inducirles a amarla es la tarea asignada, en los actuales estados totalitarios, a los ministerios de propaganda, los directores de periódicos y los maestros de escuela.

Un mundo feliz (nuevo prólogo, de 1946)
Aldous Huxley

Aldous Huxley escribió Un mundo feliz en 1931, pero añadió un nuevo prólogo a la edición de 1946. He de confesar que no me causó ninguna impresión al leer la novela. Quiero decir que no tengo ningún recuerdo de dicho prólogo. Ahora lo he descubierto en otro libro mucho más actual: 13,99 euros, de Frédéric Beigbeder (Me llamo Octave y llevo ropa de APC. Soy publicista: eso es, contamino el universo.); del que hablaré otro día.

El nuevo totalitarismo, en efecto, no se parece al antiguo. Como dijo Huxley, ahora los esclavos aman su servidumbre. Los medios de comunicación oficiales inundan el mundo de verdades que son tratadas como dogma de fe y, mientras tanto, los esclavos rezamos sus oraciones: roguemos por la propiedad privada, la salud de los mercados y nuestro nuevo smartphone. Amén.

El nuevo totalitarismo somos nosotros.

Pero Huxley quizás pensó que un totalitarismo sustituiría al anterior. Y no es así: el nuevo ha venido para sumar.

Creyó que no se usarían ya porras ni piquetes, pero no hay más que ver la represión con que se trata a los movimientos de nueva generación (Occupy Wall Street, 15-M u otros) en cuanto pasan de las asambleas a la acción (que, por cierto, no suele ser violenta). También pensó que se acabaría el hambre artificialmente provocada, y ahora millones de personas mueren de inanición, muchas en el cuerno de África, como consecuencia del aumento del precio de los alimentos básicos (incremento provocado por movimientos especulativos). E incluso pensó que los nuevos totalitarismos no encarcelarían ni deportarían en masa. No previó Guantánamo. Ni siquiera, mucho más cerca de nosotros, los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIEs); esos lugares oficiales, aprobados por la democrática Unión Europea, donde se retiene e incomunica a personas durante 60 días (sí, dos meses), sin juicio ni asistencia legal.

Dijo Huxley que todas estas aberraciones eran ineficaces. Pero no se dio cuenta que su ineficacia viene asociada a su conocimiento. Si no sabemos de ello, si no aparece en los medios, no existe. Por tanto, vía libre.

Más vale que yo, por fin, he conseguido un smartphone.

Félix de Azúa – Sobre la felicidad

Los padres destrozan a sus hijos haciéndoles felices; los amantes se destrozan entre sí haciéndose felices; los sabios se mantienen en una rigurosa ignorancia con el fin de hacer felices a los humanos; los poderosos explotan a los débiles para facilitarles la felicidad; y los artistas chapotean en ese delirio obsceno, buscando fragmentos en el mar de sangre, para exhibirlos en el museo con un cartelito que lleve su nombre.

¿Pero por qué? Esta pregunta no tiene respuesta. Sólo sabemos que nuestro significado está hoy escrito en términos históricos y que a la historia sólo pasan los criminales. Miles, millones de hombres y mujeres viven ochenta años sin pena ni gloria, y sin hacer demasiado daño; pero son insignificantes, NO NOS DICEN NADA. Llega, en cambio, un canalla, logra el dinero suficiente para matar a centenares de miles de hombres y tiene asegurado un lugar SIGNIFICATIVO en la historia de la humanidad.

La ciudad de Florencia es visitada anualmente por millones de turistas que la adoran. Pero esa ciudad es el resultado de la guerra, de la explotación, del crimen y la estafa. Una casa anónima, encalada y pobre, con su maceta de geranios, en el interior de Badajoz, carece de importancia; es anónima, forma parte del miserable bagaje de los PERDEDORES de este mundo. Sólo es histórica y significativa la ciudad construida sobre la sangre. A la historia sólo pasan los canallas. En la basílica de San Pedro muchos hombres y mujeres miraron con placer la nariz de la Virgen de Miguel Ángel, pero sólo uno le pegó de martillazos. Este será el que pase a la historia, éste es el significativo porque pone de manifiesto nuestra insignificancia mediante un gesto de loco.

Historia de un idiota contada por él mismo
Félix de Azúa (1986)

Me temo que va a ser difícil explicar que este libro me ha llenado de buen rollo.

Mercedes Cebrián – Sobre el poder

Debéis saber que dirijo
mi propia publicación,
una revista de números impares.

Por más que me insistáis no habrá número dos, ni un especial
Cumplimos Veinte Números.
El nueve, un monográfico dedicado a los pares
contiene referencias, cientos de véases, de
tal como señalamos en el número ocho.

¿Se os ocurre otra forma más sutil
de poder?

El malestar al alcance de todos
Mercedes Cebrián (2004)

Qué sorpresa encontrarme con Mercedes Cebrián.

El libro combina cuentos y poemas. Aunque yo soy más de prosa, también soy un lector comprensivo, así que me leí ambos. Y todos son irónicos, como para morirte de la risa y luego llorar. O viceversa. El caso es que me gustan, y por eso los traigo aquí (un momento, si yo soy más de relatos, ¿por qué he colgado un poema?).

Ya he regalado dos ejemplares.

J. M. Coetzee – ¿Por qué no escuchan?

Él no entiende por qué las ovejas aceptan su destino, por qué en lugar de rebelarse van dócilmente hacia la muerte. Si los antílopes saben que no hay nada peor en la tierra que caer en las manos de los hombres y luchan por escapar hasta el último aliento, ¿por qué son las ovejas tan estúpidas? Son animales, después de todo, poseen los finos instintos de los animales: ¿por qué no escuchan los últimos balidos de la víctima tras el cobertizo, olisquean su sangre y toman nota?

Infancia
J. M. Coetzee (1998)

¿Las literaturas en castellano?

Doy por descontado que la suerte de Felisberto (Hernández) en Uruguay y Argentina debe ser diferente, lo que nos lleva a un problema aún peor que el olvido: el provincianismo en que el mercado del libro concentra y encarcela a la literatura de nuestra lengua, y que explicado de forma sencilla viene a decir que los autores chilenos solo interesan en Chile, los mexicanos en México y los colombianos en Colombia, como si cada país hispanoamericano hablara una lengua distinta o como si el placer estético de cada lector hispanoamericano obedeciera, antes que nada, a unos referentes nacionales, es decir, provincianos, algo que no sucedía en la década del sesenta, por ejemplo, cuando surgió el boom, ni, pese a la mala distribución, en la década de los cincuenta o cuarenta.

Autores que se alejan
Roberto Bolaño (2001)

Hoy traigo un trocito de una opinión de Bolaño, extraída del libro Entre paréntesis, que trata de recopilar todo lo que escribió en diarios, revistas y otras publicaciones. Todo, claro, excepto sus brutales novelas de las que aún no me he atrevido a hablar en internet, aunque sí en mi vida diaria. Quizás demasiado.

Pero veníamos a hablar del provincianismo de la literatura en castellano. La verdad es que yo hago un repaso de los últimos diez autores (de entre los que escriben en castellano) que he leído y me salen chilenos (el propio Bolaño), argentinos (Pola Oloixarac, el maravilloso Rodolfo Fogwill, Patricio Pron) y una joven colombiana que me dejó sorprendidísimo (Margaríta García Robayo). Vale que los españoles son la mitad, con Matías Candeira (al que le guste escribir relatos, que no se lo pierda), Jorge Carrión, Roberto Valencia, Sergi Pàmies e Isaac Rosa; pero creo que dentro de mí mismo abro la veda para considerar toda la literatura en castellano como una.

Y ahora la pregunta: ¿diferenciamos de forma provinciana la literatura? ¿Creemos diferente el libro escrito por un colombiano que por un español? Y si es así, ¿por qué?

Iban Zaldua – Dedicado a todos los patriotas

Mientras esperaba la orden de embarque, en la cafetería del aeropuerto, le dediqué un último vistazo a los periódicos. Amenazas contra un concejal del PP. Otra protesta contra la ilegalización de Batasuna. La enésima denuncia del presidente navarro contra las pretensiones «colonizadoras» de las autoridades nacionalistas de la Comunidad Autónoma Vasca. Más datos descorazonadores sobre el uso del euskera en los análisis de la última encuesta sociolingüística. Un accidente de trabajo -mortal- en Andoain. Ibarretxe pidiendo calma en torno al plan que lleva su nombre. La Audiencia Nacional negándose, una vez más, a investigar una denuncia de torturas. Los últimos detalles que se han hecho públicos en el caso de corrupción de la Hacienda de la Diputación de Guipúzcoa. Pronto le diría adiós a todo eso, y estaba contento. Más que contento.

La patria de todos los vascos
Iban Zaldua

Fue Jorge Carrión quien, en un taller literario que impartió hace algún tiempo, me hizo una pregunta tan oportuna como dolorosa: “¿Aquí tenéis la política muy presente, no?”

Cierto, Jorge, tenemos la política muy presente. Incluso quienes como yo ansiamos quitárnosla de encima.

Pero es imposible. Unos, los que dicen defender la legalidad, nos destrozan la familia y el entorno. Con un aparato mediático imparable detienen a jóvenes inocentes y lo venden como un triunfo de su rentable lucha contra el terror. Otros, en su anacrónica guerra contra lo que denominan un estado fascista, pretenden formar otro país con otro nombre. Un estado mejor, dicen, como si existieran los estados buenos. En medio, los demás recibimos palos en 360 grados, y perdemos el tiempo buscando soluciones. Toda argumentación se pierde entre discursos huecos y viscerales donde el odio ha desplazado a la razón.

Y a veces nos vemos obligados a inventar lugares tranquilos donde se hable de cosas importantes, lugares donde se sepa quitar hierro a los problemas. Pero sólo encontramos respiro en la imaginación. Soñamos con querer huir de casa, bien lejos, largarnos a un sitio donde pensar en cosas que nos sean cercanas. Olvidar patrias, opresores y oprimidos, debates estériles sobre sentimientos diferenciadores o unificadores, y poder dedicarnos a algo que nos toque la fibra y nos mueva. Que esto de siempre ya no nos mueve.

El libro de Iban Zaldua, La patria de todos los vascos, trata sobre eso: sobre una huida de un país en que nadie valora más discurso que el suyo propio.

Pero, sobre todo, le he hecho al profesor Anderson la pregunta crucial: si hay algún vasco, o alguna casa vasca en Anchorage, porque precisamente en función de eso decidiré al fin si me marcho o no a Alaska -esto último, claro está, ni se me ha ocurrido confesárselo: se lo he soltado como de pasada, como si no tuviera mucha importancia-. También esta vez me ha contestado con rapidez: «por desgracia» no hay ninguna casa o asociación vasca en Anchorage y tampoco, que él sepa, ninguna persona de ascendencia vasca . Cuando empezó a interesarse por Euskal Herria intentó encontrar vascos por aquellos parajes, pero aparte de una pareja de Boise que, por lo visto, emigró allí en los años sesenta -y regresó a Indiana en cuanto se jubiló-, no dio con la pista de nadie más y, por consiguiente, no pudo fundar ninguna asociación vasca en Anchorage, como era su intención -lo que, añade en su mensaje, es «una verdadera pena»-. A mí, la noticia, sin embargo, me alegra muchísimo, pues ese es mi sueño: no querría cruzarme con un solo vasco durante los seis meses que voy a pasar allí. No he hecho a Anderson partícipe de mi satisfacción, faltaría más. «Sí, es una lástima», le he contestado en mi siguiente e-mail.
Gracias a todos los dioses del cielo y de la tierra, el poeta estaba equivocado, y no hay un Basques’Harbour en cada puerto del mundo: ni siquiera una estrecha Rue des Basques. No en Anchorage, por lo menos.

Conocí a Iban Zaldua en la presentación del libro 22 escarabajos en Pamplona. No sabía que existía (Zaldua, no el libro), por eso me puse a buscar su nombre por internet y encontré artículos como este con los que me identifiqué desde el primer momento. Me gustó verle cómo trataba de extraer la víscera del juicio político y avanzar por otros caminos que hagan que acabe esta locura.

Por supuesto, su posición tiene críticas: las de todos aquellos que se aferran a las tesis de uno de los bandos. Últimamente, por estos lares, parece que solo hay de estos. Zaldua se sale de esta norma, y se ha convertido en uno de esos intelectuales independientes que reciben los insultos de ambos lados. Son acusados de equidistantes por unos, o de colaboracionistas por los otros. Yo lo considero de los míos. Bueno, él supongo que es un intelectual, yo prefiero mantenerme en el lugar de los aficionados, que es menos exigente. Lo que está claro es que ambos jugamos a no dejar de pensar.

Este libro nos ofrece un relato fantástico en que todas las ilusiones de los patriotas aparecen contempladas. Las de todos los patriotas. Lo consigue pese a que son, evidentemente, sueños excluyentes con su adversario. Y el resultado es descorazonador. Con una estrategia lógica a prueba de bombas nos demuestra que nada cambiará si no dejamos de discutir por a qué país pertenecemos. Porque esos sueños que monopolizan el debate político son sueños de plástico, y lo peor de todo es que están llenos de mala leche, estupidez y fascismo.

La polla records cantó, hace ya años, una frase que decía «un patriota, un idiota». Hoy la hago mía. Con todas sus consecuencias.

PD. Esta es una de las últimas entradas que apareció en el viejo blog. Todavía no habían pasado muchas de las cosas que, en relación con el manido problema vasco, han modificado el panorama. Y ya no son dos los bandos que practican la cerrazón y el patrioterismo. Ahora son unos los que mantienen una política de desargumentación para evitar los juicios lógicos, y los otros los que han dado una muestra de madurez inesperada.

Así que dedico este comentario a todos los nacionalistas españoles. Para que se den cuenta de quiénes son.

Y espero, además, que el 22-M se pueda votar a todas las ideologías, no solo a las que cuelan por su dogma de taberna.

Y ahora, un juego

1. No volverán a escribirse novelas en las que un grupo de personas, aislado por las circunstancias, regrese a la «condición natural» del hombre, vuelvan a ser criaturas esenciales, pobres, desnudas, armadas de horcas. Lo máximo que se permite escribir es un relato muy breve, el último del género, el tapón de la botella. Yo mismo lo escribiré. Un grupo de viajeros naufraga, o sufre un accidente de aviación, en algún lugar, seguro que será una isla. uno de ellos, un tipo fuerte, alto, antipático, tiene un arma de fuego. Obliga a todos los demás a vivir en unos pozos de arena cavados por ellos mismos. De vez en cuando saca a uno de sus prisioneros, le mata de un disparo, y se lo come. La carne sabe bien, y el hombre va engordando. Después de haber matado y haberse comido a su último prisionero, empieza a preocuparse porque no sabe qué va a comer a partir de ese momento; pero por fortuna llega un hidroavión y le rescata. Luego cuenta al mundo que él fue el único superviviente del desastre inicial, y que ha sobrevivido comiendo bayas, hojas y raíces. El mundo se queda maravillado ante su magnífico estado de salud, y en los escaparates de tiendas de comida para vegetarianos colocan carteles con una foto de él. Jamás se llega a averiguar lo que hizo en la isla.

Ya ve lo fácil que es escribir, lo divertido que resulta. Por eso prohibiría este género.

2. No se escribirán más novelas sobre el incesto. No, ni siquiera las de muy mal gusto.

3. No habrá más novelas cuya acción se desarrolle n los mataderos. Admito que, de momento, éste es un género sin importancia; pero me he fijado en que recientemente está aumentando la utilización de los mataderos en los relatos breves. Hay que cortar de raíz esta tendencia.

4. Habrá que establecer una prohibición, durante veinte años, para toda novela que ocurra en Oxford o Cambridge, y una prohibición de diez años para toda la narrativa universitaria de los demás tipos. No se prohibirá la narrativa cuya acción se desarrolle en los institutos de formación profesional (pero no habrá subsidios que la fomenten). No se prohibirán las novelas cuya acción ocurra en las escuelas primarias, pero se prohibirá durante diez años las de las escuelas secndarias. Prohibición parcial para las novelas de maduración (se permitirá una solamente por autor). Prohibición parcial para las novelas escritas en presente histórico (también en este caso, se autorizará una por autor). Habrá una prohibición total para las novelas en las que el principal personaje sea un periodista o un presentador de televisión.

5. Se creará un sistema de contingentación para las novelas cuya acción se desarrolle en Sudamérica. Con esta medida se pretende poner freno a la epidemia de barroquismo de viajes todo-incluido y de ironía gruesa. Ah, la propincuidad de la vida barata y los principios caros, de la religión y el bandidaje, del honor sorprendente y la crueldad fortuita. Ah, el pájaro daiquiri que incuba sus huevos bajo el ala; ah, el árbol fredona, cuyas raíces crecen en las puntas de sus ramas, y cuyas fibras le permiten al jorobado dejar telepáticamente embarazada a la altiva esposa del dueño de la hacienda; ah, el teatro de la ópera completamente invadido por la vegetación selvática. Permítame el lector que dé unos golpecitos a la mesa y que diga «¡El siguiente!» Para las novelas cuya acción se desarrolle en el Ártico o en el Antártico se crearán unas becas de desarrollo.

6a. Prohibición para las escenas en las que ocurre una relación carnal entre un ser humano y un animal. La mujer y la marsopa, por ejemplo, cuya tierna cópula simboliza una plena reparación de los tenues hilos de telaraña que antiguamente vinculaban entre sí, de forma maravillosamente pacífica, a todos los seres vivos. De eso nada.
b. Nada de escenas en las que la relación carnal se desarrolla entre hombre y mujer (a la manera marsupial, podríamos decir) en la ducha. Lo digo por motivos en principio estéticos, pero también facultativos.

7. Prohibidas las novelas que traten de pequeñas, y hasta ahora olvidadas, guerras en los confines del Imperio Británico, a lo largo de cuyo detallado desarrollo nos enteramos de que, en primer lugar, el británico medio es un ser malvado; y, en segundo, que la guerra es un asunto verdaderamente horrible.

8. Prohibidas las novelas en las que el narrador, o cualquiera de los personajes, sea identificado simplemente por la letra inicial. ¡Todavía hay quien lo sigue haciendo!

9. No se permitirá que se escriban novelas que en realidad tratan de otras novelas. Se prohibirán las «versiones modernas», las reelaboraciones, las secuelas y las precuelas. Quedarán prohibidos los finales imaginativos de las novelas que su autor dejó sin terminar a su muerte. En lugar de eso, se les proporcionará a todos los escritores un dechado de lanas de colores, para que lo cuelguen en la repisa de su chimenea. Y que dirá lo siguiente: Que cada cual teja su propia labor.

10. Habrá una prohibición de veinte años para el tema de Dios; mejor dicho, para toda utilización alegórica, metafórica, alusiva, entre bastidores, imprecisa y ambigua de Dios. El jardinero barbudo que se pasa el día cuidando el manzano; el sabio y el viejo lobo de mar que jamás se precipita a la hora de emitir juicios; el personaje al que se nos presenta sólo a medias, pero que a la altura del Capítulo cuarto ya nos empieza a dar escalofríos… Todos ellos tendrán que quedar encerrados en el armario. Sólo se permite la aparición de Dios en forma de una divinidad verificable que se enfada lo suyo ante las transgresiones humanas.

El loro de Flaubert
Julian Barnes

Os planteo una encuesta: ¿qué libros prohibiríais vosotros?

Edgar Hilsenrath – Fuck you all

Por las noches soñaba con Mary Stone. Escuchaba sus palabras: «¡Quien cree en sí mismo tiene el mundo a sus pies!». -«Quien irradia amor es hermoso». -«El que ama no necesita mirarse al espejo para contarse las arrugas». -«Escoja al compañero adecuado, y no tendrá problemas de pareja». -«Deje pasar una o dos noches antes de tomar una decisión importante». -«Si le cuesta comunicarse, no le eche la culpa a los demás». -«Vista siempre bien». -«Intente comer sano». -«Evite todo tipo de estrés». -«Tenga en cuenta que la vida es corta». -«Si su coche le irrita, cámbielo, y si no le gusta su trabajo, búsquese otro». -«Al menos una vez al día, intente reírse con todas sus fuerzas». -«Vigile las buenas digestiones». -«Procure no fumar demasiado». -«Respire profundamente varias veces al día, incluso si está puesto el aparato de aire acondicionado». -«Cuando su estómago esté alterado, tranquilícelo con el método Mary Stone». -«Piense en algo bonito. Así no tendrá que tomar Alka-Seltzer». -«No titubee con su destino. Muéstrese alegre y sin miedo. Si alguna vez no le funciona, entonces piense en todas las pobres personas que no tienen la suerte de vivir -como usted- en este hermoso país. Dios quiere a América, porque América es su campo de labranza, un campo sagrado que recompensa a los hombre y mujeres de éxito con todo su amor. Si fracasa, no culpe a la tierra de Dios, sino a usted mismo. Pregúntese. ¿Qué me ocurre? ¿Dónde está la confianza en mí mismo? Aquí todos tenemos una oportunidad. Busque la llave del éxito en usted mismo. No se desanime. Pues está escrito: ¡Quien busca, encuentra!».

Fuck America
Edgar Hilsenrath

Me ha gustado Fuck America. La verdad es que era de esperar, pues venía avalado por mi librero, que rara vez falla. Pero aún y todo me he sorprendido. Intentaré explicar por qué.

Ya de entrada el título es, cuanto menos, impactante: Fuck America. Y además viene acompañado de una llamativa portada, con la chica-cíclope de piernas largas que levanta el dedo corazón enfundada en un vestido estampado de barras y estrellas. Una macarrada, vamos. El complemento perfecto para ese chico cultivado, rompedor y sin complejos que pretendo que vea el mundo en mí.

Así que me dispongo a cultivarme, y como lo primero es lo primero, me paseo por los lugares más concurridos de la ciudad. Trato de encontrarme con cuantos más conocidos, mejor, y enseño de forma casual la portada para que vean cómo molo. Tras una tarde de exhibicionismo puedo dar por cumplida la misión.

Una vez que he recibido toda la grandeza social esperable me aventuro a abrir sus páginas por si lo de dentro también merece la pena. Leo la biografía del autor: el señor Edgar Hilsenrath es un judío que sobrevivió al holocausto. Chachi.

Después leo la sinopsis, con el erudito fin de plantear un adecuado pacto de lectura. Dudo si pegarme un tiro.

¡El libro trata sobre un escritor judío que sobrevive al holocausto! ¡Qué original! ¡Mi librero me ha colado a otro tío cabrón amargado y lleno de odio que escribe OTRO libro sobre el tema más paginado de la humanidad!

Como no tengo nada más a mano, y me aburren los autobuses, empiezo a leerlo desde la última fila de asientos.

Al llegar a la parada, sigo leyendo mientras camino por la calle. Me la pego con dos farolas y con una señora que pasea a su perro. No saludo a mi vecina, la guapa. Rechazo un polvo con mi novia. Al día siguiente no quedan letras que meterse entre pecho y espalda y tengo sueño, pero estoy contento.

Como no he contado nada sobre el libro, sólo que me ha gustado, diré que Fuck America, pese a su título, es un libro muy positivo y buenrollista que anima a cualquiera a creer en la bondad del mundo. No hay más que ver el extracto que pongo arriba. ¿Que no os lo creéis?, aquí os dejo otro fragmento.

-¿Qué ocurre con los transportes?
-No mucho. La gente monta en el tren y toma una dirección.
– ¿Qué dirección?
-¡Aquélla! -me indicó.
-¿Todos en la misma dirección?
-Todos en la misma dirección.

Me dije: si todos van en la misma dirección, entonces todos llevan al mismo destino. Así que sólo tienes que esperar al próximo transporte de judíos. Te subes al tren con ellos y vas en busca de tu madre. En la misma dirección. La encontrarás así de fácil.
Y así fue: cuando llegó el siguiente convoy de judíos, me subí en el tren con ellos. Atrancaron las puertas y nos pusimos en marcha. Viajamos un día y una noche. Después llegamos al destino.

Las puertas se abrieron de par en par. Los soldados nos sacaron del vagón a golpe de látigo. Quería preguntarle a uno de ellos si había visto a mi madre, una mujer en una silla de ruedas, pero no tuve oportunidad. nos acosaban con perros que ladraban mientras atravesábamos la puerta del campo.
Como aparentaba ser más joven de lo que era, es decir, menos de catorce años, enseguida me destinaron a las cámaras de gas. Me obligaron a desnudarme y a ponerme en una larga fila frente a la cámara.

Nos apretaron en la cámara de gas. Cuando la puerta de la cámara de gas se cerró, le pregunté a un hombre que estaba detrás de mí: ¿ha visto usted por casualidad a mi madre, una mujer en una silla de ruedas?

Repetí mi pregunta. Pero en ese momento comenzó a faltarme el aire, empezamos a toser y nunca obtuve una respuesta.

Post data: recupero esta entrada sobre un libro que se publicó en España en 2010, gracias a Errata Naturae -aunque en Estados Unidos lo habían conocido desde 1980- por una razón concreta. El pasado martes, 15 de marzo, pasaron por el foro de Auzolan los editores de Errata Naturae (Rubén Hernández) y de Alpha Decay (Ana S. Pareja). El primero de ellos habló sobre todo de Fuck America. La otra chica, sobre todo, de Las teorías salvajes, libro que apareció aquí comentado el pasado lunes. Prometo, por cierto, contar algo sobre aquella charla, que fue muy interesante

Pola Oloixarac – Marchando una de teorías

Apenas puse mi pied-à terre supe que había olvidado alimentar a la pequeña Montaigne, que maulló con resentimiento al verme cruzar el recinto, enrarecido de oscuridad. Yorick, por su parte, había sobrevivido con éxito al apetito gatuno y nadaba tranquilo en su pecera. Me conmovía verlos. Tantos días sin ellos. Yorick flotó para recibir su alimento, que descendió entre burbujas, en cámara lenta. Para complacerlo, acerqué un espejo a la pecera. Inmediatamente Yorick se puso en guardia: se batiría en combate con el intruso, el otro pez, el forastero que nadaba frente a él. Lo dejé jugar un rato; cuando lo vi cansado, tapé el espejo y su reacción instantánea fue henchir un plumón rojísimo sobre la cabeza; el otro se había retirado, sí mismo había vencido. La conciencia individual es una función de la vanidad, cuyo rango clasifica las posibilidades de los cuerpos. Este axioma es verificable incluso en elementos típicamente apartados de los estudios psicopolíticos, como los animales de sangre fría, cuyos cerebros son miniaturas de las fases evolutivas pre-mamíferas.

Las teorías salvajes
Pola Oloixarac

En la lucha del pez contra sí mismo, Pola Oloixarac encuentra la excusa perfecta para soltar una teoría. Y ya van… Las teorías salvajes es un libro que hace honor a su título –Pero Grullo se sentiría orgulloso de mí-, y bombardea al lector con explicaciones que desentrañan las causas originarias, las esencias mismas de los acontecimientos que se suceden en el libro.

Un amigo mío hace lo mismo. Quiero decir que también teoriza sobre todo. Antes lo hacía solo cuando bebía cubatas, pero ahora es capaz de elaborar razonamientos profundos mientras pasea por un parque. Se hace difícil de seguir, porque sus digresiones se pierden en los orígenes del tiempo; y además es un poco lastimero ver cómo se contradice en la construcción de su propio razonamiento. Pero lo hace.

Con esto no quiero comparar a mi amigo con Pola. Pola teoriza en base a estudios y conocimientos, mientras mi amigo divaga en base a datos que le suenan. Por cierto, la llamo Pola porque me cuesta bastante pronunciar su apellido, y ya sé que esto es escrito y al final unas letras van tras otras, pero leer Oloixarac es difícil. Y punto.

Me gusta que Pola se enternezca con su pececito Yorick y que se apiade de su gata en ayunas. La hace humana, definición que parece extraña tras toda la batería de referencias de altura con que inunda los párrafos. Porque eso es lo que nos vamos a encontrar en Las teorías salvajes: referencias, teorías, conclusiones, causas y consecuencias, digresiones que aunan conceptos aparentemente inconectados… Vamos, que no es un libro fácil. Es barroco, dispara sin avisar y exige el máximo al lector. Si tenemos que elegir entre este y uno de Corín Tellado para leer en el autobús, cojamos el de Tellado. El de Pola es más para cazarlo con una taza de té, un buen rato libre y una libreta al lado.

En la actualidad, la revolución sexual ha recuperado el sentido original que le dio Copérnico. Copérnico escribió De revolurionibus orbium coelestium, el tratado de las revoluciones, significando con esto la manera fija, reiterada, inamovible, en que los planetas trazan sus itinerarios alrededor del sol. Nombre de lo estable y permanente por excelencia, la revolución tuvo en sus inicios el sentido etimológico y científico de un statu quo cósmico. Este sentido fuertemente conservador del término sólo se vio modificado posteriormente con el quilomberismo jacobino francés. La supuesta revolución sexual de los setenta es una falacia que sólo en la actualidad adquierre su verdadero sentido, esto es: la conservación como modalidad por excelencia del capitalismo. El sexo es un sistema estable de formas egoístas que giran alrededor del sol de la vanidad. El espíritu de intercambio de la promiscuidad propone una nueva versión del mito fundacional de la democracia: hacer el ejercicio de suponernos iguales debe, por definición, trascender las barreras de la actividad privada, las meras contingencias íntimas. Sólo ahora, despolitizada, despojada de zanahorias teleológicas, completamente fría y pura, la revolución sexual retoma el sentido verdadero de las revolutiones de Copérnico: el instinto conservador de la vanidad como triunfo estético y moral de la democracia.

Aquí, Pola demuestra no sólo que sabe mezclar épocas históricas, planos semánticos y habitaciones de la casa como si Ferrán Adrià tuviera que esferificar un erizo en la cocina de mi casa. Aquí demuestra que lo sabe hacer. Quiero decir, que pese a lo aventurado de sus premisas, sus conclusiones molan. ¿Acaso alguien había pensado en hacer una revisión etimológica del término “revolución” para explicar el fondo de la revolución sexual actual? Más aún: ¿a alguien se le habría ocurrido ligarlo con la crisis de la democracia? No, no me vengan con historias: no es fácil que se nos ocurra.

-Tío, vos no te enterás, es harto conocido que hace dos décadas un filósofo platense relisto hizo este razonamiento y…
-¿Y qué? Yo no me había enterado. Y déjame en paz, que estás en mi blog.
-Ché, sos sintácticamente cerril.
-No te pienso responder hasta que haya entendido lo que me has llamado.

No sé si os habéis fijado, pero el párrafo anterior (el de Pola, no esa conversación impostada) tiene mucho que ver con este de Michel Houellebecq que un tal Armando Pocacosa me coló hace una semana.

-Es inaudito, vos sos procaz, compararme con ese gabacho.
-Que me dejes acabar, leche. Y habla normal.

Al margen de que yo sea fan de Houellebecq y todo el que reafirme sus teorías me merezca gran crédito (yo, por ejemplo, las reafirmo muchas veces, pero no tengo credibilidad porque no lo pienso, solo lo creo con la fe que tenemos los modernos en los personajes raros); al margen de eso, digo, es interesante porque me hace intuir que son similares las conclusiones a las que llega todo aquel que guste de pensar sobre el mundo. Hala, acabo de hacer una teoría propia. Se me ha debido de pegar algo tras leer Las teorías salvajes.

Estos vaivenes son esenciales al plan. Debo provocarlo para que la furia y la fascinación lo dejen absolutamente ciego, y no pueda pensar. Entonces mis pensamientos se derramarán por los huecos sintácticos de lo que supone que es su voluntad, y no habrá salvación. No podrá escapar. Por ahora sólo ve la superficie de las aguas, su retrato de seductor en escena meciéndose con el vaivén; no sabe (no puede saber) que ese océano está hecho de caras, miles, mías (algunas de Augustus) riéndose de él. Ya escribe Sun Tzu: si tu oponente tiene un temperamento colérico, intenta irritarle. Si es arrogante, fomenta su narcisismo. Si se equivoca, no lo interrumpas (Napoleón). Tiene que venírseme encima, y yo acurrucarme y resistir. Debo hacerlo, aunque el asco me sofoque.

También mezcla a Napoleón y Sun Tzu. Estos parecen más próximos, por los menos pensaron mucho en la guerra. Y además sus enseñanzas son utilizadas en las escuelas de negocios. Que sí, que yo las conozco. Utilizan la estrategia de guerra para formar directivos de empresa. Lo que hace que esos jóvenes con corbata me inspiren aún más confianza. ¿Y entonces sus discursos buenrollistas, esos en que dicen que si no fuera por ellos todos nos iríamos a la mierda? No, no me atrevo a asegurar que esos discursos son utilizados como arma, no. Esos son ciertos.

Bueno, voy a terminar de hablar del libro de Pola, que divago con alegría. Y acabo con un último trozo en que me da la razón a mí. Que no quiere decir esto que ella haya visto mi blog ni nada de eso (por lo menos, todavía). Es más, ella lo escribió antes… pero vaya, que habla de los mismos a quienes odié en mi primer post. Quizás su redacción sea algo más aseada que la mía de entonces, pero será por detalles que no tienen por qué ser apreciados por todo el mundo.

Las provocaciones de Pabst mezclaban juicios lapidarios con referencias a películas, series de TV, gente con rostros incendiados, miscelánea pop de los 80-90, desnudistas, zombies, Bob Patiño, calamares gigantes y todo tipo de información irrelevante. Era escueto, categórico y siempre tenía razón. Internet proporcionaba un entorno donde los protocolos de asociación permitían disponer de control sobre la espontaneidad propia y ajena y, por lo tanto, de un instrumento social más evolucionado que la intemperie de las conductas crudas. Por violentas que fueran, las relaciones de Pabst con los demás semejaban una versión retorcida del cariño; a la larga, atención y desdén se confundían. Convivir con una dosis de desprecio era posible, quizás incluso saludable. Todos los actos transitaban la fina línea que separa la conducta espontánea de la performance; en el peor de los casos, siempre quedaba el consuelo equidistante de sentirse «incomprendido», lo que hermanaba al individuo con su linaje favorito de precursores: otros seres incomprendidos, sensibles, habitantes de películas, biografías de poetas malditos, etc. Hasta el mismo masoquismo anuncia la distinción del torturado. En aquel pantanoso camino a la existencia, cualquier niño/a podía acceder a una audiencia a cambio de volverse visible, y por lo tanto vulnerable.

PD. He decidido vencer la tentación de centrar la entrada en que Pola Oloixarac está buena. Y tan bien me ha salido que ni siquiera lo he comentado en todo el post. Lo digo porque cada vez que leo una reseña que hable sobre su novela, lo dicen. Y eso que yo pensaba que los listos solo hablaban de cultura. Pues no, también son humanos y, pese a todo su bagaje cultural y las miles de referencias que manejan a diario, son permeables a la belleza física y mundana. Eso sí, tras comentar el detalle inane de que es guapa dicen rápidamente que la novela es buenísima. Como si fuera una agradable casualidad la que hace que coincida novela buena con novelista cachonda. No, no como una casualidad: como si fuera una paradoja. Y no pienso poner foto. Si queréis, buscadla en Google.